"Papá Marta, mamá Pedro", definió un legislador de la Ciudad de Buenos Aires del macrismo, quien planteó su posición con un rotundo no a la unión civil de los homosexuales.
El diputado porteño Jorge Enríquez se manifestó en contra del proyecto de ley impulsado en el Congreso de la Nación sobre el matrimonio entre parejas homosexuales, diciendo que “la humanidad siempre entendió al matrimonio como lo que aparece naturalmente: la unión de un hombre y una mujer. Las normas reconocieron un dato de la realidad, no lo crearon. En ese sentido, tanto la Convención Americana sobre Derechos Humanos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en sus Arts. 17.2 y 23.1 sólo reconocen derecho al hombre y a la mujer - esto es no prevén uniones entre personas del mismo sexo- para casarse y fundar una familia".
“Desde la sanción de la ley 1004 de unión civil hace 5 años, menos de 1000 uniones se han legalizado, y más de la mitad de ellas fueron de parejas heterosexuales. La senadora Vilma Ibarra está haciendo campaña política con un tema que claramente no involucra ni a una remota porción de la sociedad argentina. Se llena la boca con frases como desagravio a sectores sociales marginados y desde que se legalizaron las uniones civiles, fueron poquísimas las parejas homosexuales que se unieron”, sentenció el legislador.
Enríquez continuó diciendo que “esto no significa alentar ninguna forma de discriminación porque el plan de vida de cada uno, los aspectos reservados a la esfera de la intimidad, están protegidos por el artículo 19 de la Constitución Nacional y por los tratados internacionales de derechos humanos. Pero una cosa es respetar una preferencia, un modo de vida, y otra es asignarle determinadas consecuencias jurídicas que fueron elaboradas a lo largo de infinidad de generaciones para otro tipo de relaciones".
“De legalizarse el matrimonio homosexual, seguramente se va a pasar a la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo. Olvidan que la paternidad no es un beneficio de los padres, sino un derecho de los niños a nacer dentro de un hogar constituido por un matrimonio heterosexual. En verdad, se trata de la proyección de una insatisfacción individual al cuerpo social, victimizando a un niño, al que se condena a ser formado en un remedo de familia, dándole un ejemplo que no contribuirá al ordenamiento de su vida y futura realización personal. Los impulsores de la adopción por parte de parejas homosexuales priorizan sus necesidades o sus ganas o su narcisismo por sobre los derechos de los niños; esta es una actitud absolutamente egoísta. Los deseos de paternidad/maternidad de las parejas homosexuales no son superiores al derecho de los niños a crecer en un hogar con un padre y una madre”, finalizó Enríquez.