Por Jorge Giorgetti
Días atrás leí con atención la clara preocupación de un sector que para cuidar sus intereses (el de los que mezclan glifosato y promocionan la siembra directa —muy importante para el desarrollo de los intereses agropecuarios—) se metamorfosea en un tema clave para nuestro país como es la pobreza. La revolución de la riqueza sirve si es acompañada con una justa distribución de la misma. Argentina a través de su historia ha tenido –porque la mano de Dios se posó en estas latitudes– múltiples oportunidades de generar riqueza, no sólo por su materia prima y factores climáticos y medioambientales, sino por su propia revolución educativa, científica y tecnológica, dada fundamentalmente en el primer y segundo gobierno de Juan Domingo Perón y completada por el desarrollista Arturo Frondizi.
Desde los reactores nucleares del Invap, los yacimientos de uranio, en su momento la industria pesada y la física nuclear, hasta llegar hoy a distintas manifestaciones científicas de avance en células madre y nanotecnología, Argentina lo ha podido todo. Pero a grandes rasgos, ha tenido una orientación agrícola-ganadera, otra bendición no menor si al elevado interés que el mundo tiene por los commodities le volcamos desde nuestras economías regionales el valor agregado correspondiente. Si así lo hiciéramos, se disminuiría el desempleo, se acorralaría el trabajo en negro, evitando los grandes cordones de pobreza que rodean a los grandes centros urbanos, signos ineludibles de que algo no estamos haciendo bien. De lo contrario, toda esa gente estaría en su lugar de origen con garantía de calidad de vida; y no hacinados, rodeados por códigos que no les pertenecen.
Días atrás la senadora Kirchner, hoy presidenta de los argentinos, visitó mi ciudad Rafaela y se sorprendió al ver los resultados que pueden obtenerse a partir de que una comunidad pueda exportar 27 mil dólares de valor agregado por tonelada. El modelo de Rafaela no es el del monocultivo, se parece mucho más al alemán. Pero a propósito de Rafaela, está ubicada dentro de la cuenca láctea más importante del país: Santa Fe/Córdoba; pero increíblemente la pulseada con la soja complica nuestra economía regional, porque desde hace diez años seguimos cerrando tambos porque el avance de la soja y la desatención al sector lechero-ganadero produce un cambio brusco en el comportamiento de la decisión económica del productor vaciándose por igual: rodeos y tambos.
Creo cansarlos a quienes me conocen recordando que cada 100 hectáreas puestas al servicio de la producción láctea, generamos trabajo para 25 personas. Si sembramos soja, ocupamos 2 ó 3 personas. Se realizan costosos congresos para hablar sobre las bondades de la soja, bondades que no negamos; pero en este avance desigual va a llegar el momento que tendremos que subsidiar a los tamberos para que sigan produciendo leche y no la tengamos que importar de otros países al nuestro, que es el de más alto consumo de leche fluida. No estamos lejos del momento en que deberemos dar protección e incentivo al sector lácteo para mantener ese consumo interno.
Lo mismo sucede con la ganadería intensiva. Hoy, si se transita por nuestras pampas, es muy difícil ver vacunos. Las tierras ganaderas pasaron a ser sojeras. Brasil, Uruguay y Paraguay se están quedando con lo que fue nuestro mercado. En el caso de Brasil le sobra territorio y decisión política para ser sojero, ganadero e industrial.
De nada vale recordar que "según fuentes importantes, la demanda de lácteos aumentará para el año 2020 respecto del año 1997 en 220 millones de toneladas; la de carne en 120 millones de toneladas y la de cereales para alimentación animal en 290 millones de toneladas", si no tenemos un plan que evite que Argentina termine siendo un país de monocultivo.
A esta altura creo conveniente mencionar que no debemos dejarnos engañar cuando muestran preocupación por nuestros pobres quienes en su posicionamiento son defensores de los lobbies de Estados Unidos que pretenden hacerle pagar el royalty a los productores, por la semilla que guardan en el galpón para la siembra del año venidero. El tipo de tecnologías que veneran genera desocupación porque avanza sobre diversas economías regionales: leche, ganadería, arroz, madera, tabaco, etcétera; obligando a los desocupados al desarraigo y al empobrecimiento. El interés que defienden es el de la riqueza sin justicia distributiva, invocando un desarrollo científico/tecnológico que viene con una solapada intencionalidad sectorial.
En esta nueva etapa política, de profundización de la batalla por la pobreza y en sintonía con lo expuesto, presentaré ante el Congreso nacional un proyecto de ley para la creación de un instituto de promoción de los productos provenientes de nuestras economías regionales, porque es la política la única capaz de buscar el equilibrio entre los sectores sin eludir cualquier discusión. Creo que a la política y sus actores –entre los que me incluyo– nos sobra coraje para debatir con honestidad estos temas, porque no creemos "que las desdichas de uno son responsabilidad de las ganancias de otros". Es nuestra responsabilidad que la riqueza se distribuya con justicia.
Giorgetti es diputado nacional, vicepresidente de la Comisión de Industria y Comercio de la Cámara de Diputados