Por José Angel Di Mauro
No se trata de un sistema novedoso, ni será la Argentina el primer lugar donde se aplique. Por el contrario, las principales ciudades del mundo han encontrado en el sistema de puntajes el mejor mecanismo para mejorar el tránsito a través de una alternativa que no puede ser tildada de recaudatoria y que se basa en un precepto que rige en el Primer Mundo: el ciudadano es bueno, pero cuando se lo controla es mejor.
Lejos está de tratarse de un sistema nuevo. En oportunidad de viajar a Australia, quien esto escribe pudo observar en 1998 cómo se aplicaba el sistema de puntajes para los conductores. Tan estricto era el programa, que el cumplimiento de sus prerrogativas era prioritario para los automovilistas, a sabiendas de que en caso de incumplir las reglas lo que estaba en juego era nada menos que la posibilidad de seguir conduciendo.
En este caso los puntos sumaban en contra. A medida que uno va acumulando puntos, se pone en riesgo el carnet de conductor. Al llegar a los 15 puntos, queda suspendida la licencia por espacio de dos años. Así las cosas, este turista argentino pudo determinar la obsesión de los conductores porque lo primero que hiciera uno al subir a un taxi fuera colocarse el cinturón. Advertencia que lanzaban ni bien comprobaban que el usuario era extranjero.
Es que para un local la advertencia estaba de más: el cinturón es lo primero que se pone toda persona al subir a un vehículo, ya sea de alquiler o particular.
De todos modos, los puntos de penalización no son iguales para toda infracción. De hecho, el no uso del cinturón es lo que menos puntos en contra merece. A su vez, cruzar un semáforo en rojo deja al conductor en situación de riesgo: 9 puntos en contra.
El exceso de velocidad también recibe una fuerte penalización, de ahí que sea habitual que los automovilistas circulen con un sistema de medición de la velocidad que desarrollan, que adecuan a las velocidades máximas a las que pueden andar según las calles o rutas: si se exceden, suena una señal de advertencia. Está en el chofer prestarle o no atención.
El sistema no rige sólo en Sidney, sino en todas las ciudades australianas. ¿Quién se encarga de controlar a los automovilistas? En las calles no es común ver demasiada policía, pero todos saben que pueden estar siendo vigilados por cámaras distribuidas en puntos estratégicos. La gente se cuida al manejar, e incluso debe tomar recaudos respecto a quién le presta el auto, puesto que cuando las infracciones son determinadas a través de esas cámaras, el puntaje se acumula sobre el propietario del vehículo.
De vuelta a Buenos Aires, quien esto escribe contó a un legislador porteño a grandes rasgos cómo era ese sistema a través del cual ese país del Primer Mundo había logrado reducir a niveles mínimos el número de accidentes de tránsito. El político se mostró muy interesado y deseoso de conocer los detalles, pero no volvió a llamar. Lo habrá pensado bien y vislumbró lo difícil que sería llevar adelante semejante programa en estas pampas.