Seguramente este 31 de marzo y 2 de Abril del año 2009 se recordarán en las efemérides como aquel día que falleció el ex presidente Dr. Raúl Ricardo ALFONSIN, y el día en que no sólo se recuerda a los caídos en Malvinas (1982) sino también el momento histórico en que un pueblo lloró con dolor y consternación; honrando de este modo, con inusitado afecto y admiración, a un hombre público que como pocos en la historia suelen alcanzar ese reconocimiento mayúsculo que trasciende las fronteras de su propio pueblo.

Muchas frases, palabras y voces se han manifestado en sus exequias, como la de hombre probo, demócrata pleno, obsecuente de sus ideas y principios, pacifista, republicano, político de raza, honesto, decente, entre otras. Un sin número de adjetivos que debieran ser el denominador común de los hombres públicos.

Nuestros registros de memorias nos hacen recordar que años posteriores a terminar su mandato como Presidente de la Nación, tanto propios como ajenos lo criticaron. Muchos de nosotros predicábamos con la frase “ya se van a acordar de Raúl Alfonsín” o “la historia lo va a juzgar como un gran presidente”.

Basto su desaparición física para que la nación entera reconociera en toda su magnitud a este hombre como: un gran estadista, “Apóstol de la democracia” -en palabras del ex presidente de Brasil José Sarney- , político que ejercitaba la convivencia, la tolerancia, el diálogo, el respeto a sus opositores, el que se animó a juzgar a los comandantes de la Junta, el que cimentó, juntos a otros mandatarios latinoamericanos , lo que a la postre sería el Mercosur, el que pacificó la nación argentina con la hermana chilena, el que restauró una relación diplomática de confianza mutua con la República de Brasil dejando atrás décadas de recelos y desconfianza, el que soportó con estoicismo sublevaciones militares, el que ante el golpe económico del establisment no dudo en adelantar la entrega de su mandato anteponiendo el interés general a su orgullo personal Todo esto y mucho más fue Raúl Ricardo Alfonsín.

Se irguió en aquel hombre que supo despertar esa necesidad de participación por el bien común, por la cosa pública, por construir un Estado de bienestar, regulador y equiparador de las grandes desigualdades e inequidades que acecharon y acechan nuestro presente.

Ahora bien ¿porque esa reivindicación pos mortem ¿Por qué el pueblo argentino puso en un pedestal la figura de Alfonsín al suceder su muerte? Mucho debemos reflexionar sobre estos interrogantes, pero seguramente el fatal método de la comparación que el ciudadano común elaboró, sin distinción de ideologías y banderías partidarias, de lo que significó Raúl Alfonsín en su dimensión pública y política en contraposición a los que lo sucedieron, nos dará una acertada respuesta a la dirigencia política del saber claro y convincente del consiente colectivo. Austeridad versus opulencia, honestidad versus corrupción, tolerancia versus intolerancia, convivencia democrática versus autoritarismo, espontaneidad de un pueblo versus clientelismo político, conducta republicana versus hegemonía totalitaria.

Si la concepción ética de la política que tuvieron Hipólito Irigoyen, Arturo Ilia, Arturo Frondizi, Oscar Alende y Raúl Alfonsín fuera insoslayable y natural en gran parte de la actual dirigencia política, seguramente no hubiéramos tenido la congoja y la necesidad de haber llorado Raúl Alfonsín.

En estos tiempos de autismo político e intolerancia quisiera terminar esta columna reproduciendo una frase del ex Presidente Raúl Alfonsín en ocasión de dar el discurso de apertura de Sesiones Ordinarias en el Congreso de la Nación (1983) “Siempre sostuve que llega más lejos la acción concertada de todo un pueblo que el acto solitario de cualquier gobernante por más genial que parezca. Esa es la superioridad de la democracia sobre el autoritarismo”

Comparato es diputado provincial de la Séptima Sección Electoral