La melodía no desaparece.

Preside la búsqueda,
el torbellino de las letras
abandonadas,
huérfanas de la carne
que espera desnuda.

Cada cosa sigue su huída
sin paisaje que habitar.
Locura de los días,
escasez de noche,
asfixiado de poquedá.

Se invoca redención:
“estás en presencias ajenas
y no ajenas, en los que se fueron,
en los que vendrán”.

Lo que suena es la mudez de las formas,
canciones que no cantas…
ni tan siquiera armonía oculta
en las disonancias que insisten.

Redimirse de la redención, ahora.
Último recurso de la trascendencia,
mientras nuestra voz, negra y mujer
agoniza, muere…

…y sin embargo, sin embargo:
estás y estarás. Transformada,
en todas las voces,
en todas las manos,
como al comienzo, que volverá.

Samuel Cabanchik