Por José Angel Di Mauro

La gran sorpresa de la elección santafesina no debería ser tomada como tal. Todos los análisis y sondeos anticipaban que Miguel Del Sel no sólo haría una buena elección, sino que amenazaba seriamente con arrebatarle el segundo lugar a Agustín Rossi. El primero en percibir lo que se venía fue el propio jefe del bloque kirchnerista de la Cámara baja, que para los debates televisivos se preparó estrictamente para confrontar con el integrante de Midachi, dejando de lado al favorito Bonfatti.

Hace apenas seis meses que Miguel Del Sel se introdujo en la política, lo que resalta aún más su papel en esta elección. Sobre todo si se tiene en cuenta que a poco de iniciar la campaña se quedó sin candidato presidencial, al resolver su mentor, Mauricio Macri, competir en la Ciudad de Buenos Aires. Así y todo siguió adelante y el gran espaldarazo lo tuvo al sorprender a propios y extraños con el resultado alcanzado en la interna abierta del 22 de mayo, cuando pese a no competir contra nadie logró reunir 235.491 votos. En esa elección Antonio Bonfatti consiguió 292.486 votos y Agustín Rossi 270.499.

Se supone que estos dos últimos debían recoger los votos de sus competidores en la interna, pero en el socialismo había serias dudas de lo que fuera a suceder con los votantes radicales luego del desplante de Hermes Binner a Ricardo Alfonsín, que lo imaginaba como vice de su fórmula. Peor la tenía Rossi, que necesitaba la mayor parte de los 203.387 votos que logró Omar Perotti, el intendente de Rafaela. Sin al menos el 70% de esos votos hasta podía esfumársele el segundo lugar. De ahí que cayeran como una bomba las expresiones de Reutemann de esta semana, que para el kirchnerismo fueron una invitación a votar a Del Sel.

En el ínterin, la arrolladora victoria de Macri en la Ciudad de Buenos Aires fue otro envión para Del Sel, cuyo verdadero cierre de campaña fue en el lugar donde más a gusto puede sentirse: el living de Susana.