Desde la primavera del Grupo A en la Cámara de Diputados a un presente con infranqueable mayoría K, los “agrodiputados” vivieron en el Congreso momentos de gloria, protagonizaron debates turbulentos y hasta convivieron con diferencias internas. La legión de parlamentarios venidos de las huestes del campo ancló en el Palacio Legislativo allá por 2009 con claras prioridades e intenciones de “llevarse el mundo por delante”. Desde tierras formoseñas arribó Ricardo Buryaile, quien fuera vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), y por la misma entidad apareció el entrerriano Jorge Chemes. Se sumó el exproductor agropecuario Juan Casañas, uno de los líderes de los piquetes rurales en Tucumán durante el conflicto con el Gobierno. La tropa reunió además al correntino Lucio Aspiazu, ingeniero agrónomo con extensa trayectoria en su provincia; el pampeano Ulises Forte y el chaqueño Pablo Orsolini, ambos de la Federación Agraria (FAA). Nada menos que seis hombres sumaba la UCR a sus filas, si bien solo dos de ellos habían tenido actividad partidaria antes -Forte y Chemes-. Desembarcaron en la Ciudad para tejer un puente entre las entidades agropecuarias triunfales tras la fallida experiencia de la 125 y un Parlamento dispuesto a dejarse seducir por los intereses de un sector casi invisible hasta el momento.

Fue así como los “agrodiputados” cobraron cierto protagonismo mediático, y el impacto intentó inmiscuirse en el Congreso, donde no todo fue color de rosas. Incluso asomaron en algún momento algunas disidencias internas: no es lo mismo pertenecer a Confederación Rurales Argentina que a la Sociedad Rural o a la Federación Agraria. “El objetivo era el mismo, pero las diferencias estaban en qué camino tomar”, comentan.

Salvando estas vicisitudes, los diputados del agro hicieron pie firme y, sin más preámbulos, Ricardo Buryaile tomó el timón de la Comisión de Agricultura y Ganadería, que al año siguiente pasó a estar en manos de su par Juan Casañas. Desde allí intentaron impulsar decenas de proyectos que se toparon con la tranquera cerrada y las llaves en posesión del Frente para la Victoria. En un análisis para Semanario Parlamentario, los referentes del espacio hacen un balance de su estadía en el Congreso, que se vence el año próximo.

Expectativas y realidades

Todavía permanece fresco en el seno de la bancada agro el recuerdo de la Ley de Tierras. El proyecto propuesto por el Poder Ejecutivo atravesó un camino pedregoso: el plenario de las comisiones de Legislación General, Agricultura y Asuntos Constitucionales -las dos últimas, presididas por la oposición- no llegaba al quórum y la norma parecía lejos de ver la luz, en tanto cada Cuerpo proponía un análisis por separado. Pero la renovación de la Cámara y la holgada mayoría K condujeron a su inexorable sanción a pesar de los reclamos de los agrodiputados, que exigían modificaciones y, sobre todo, una apertura del debate.

Algunos meses después, el déjà vu de la 125 que significó el intento de revalúo fiscal en la Legislatura bonaerense volvió a traer a los parlamentarios de campo al centro de la escena: consideraron que la reforma impositiva impulsada por el gobernador Daniel Scioli podía provocar una “parálisis económica”, tal como ocurrió en 2008.

Pero lejos de rendirse, la tropa de legisladores del campo siguió presentando proyectos y haciendo oír su voz. “Ni nos conformamos, ni nos resignamos”, fue la categórica frase de uno de ellos, Ulises Forte, en diálogo con Semanario Parlamentario. Hoy por hoy, las expectativas se chocan con las realidades. “El campo necesita incrementar su participación política, para poder lograr las leyes que necesita para progresar”, sostiene Lucio Aspiazu, quien reconoce: “En 2009 ya dimos un paso enorme con la incorporación de diputados, legisladores y concejales del campo, pero necesitamos profundizar la participación”.

“Nunca fuimos conformistas, las expectativas no están cubiertas”, admite Forte, aunque asegura tener “la tranquilidad de que lo que nos comprometimos a hacer durante la campaña electoral se tradujo en proyectos”. Más allá de “errores propios” y de falta de consensos con el oficialismo, el diputado no duda en afirmar que “el trabajo ha sido constante” y que “hay que seguir presentando ideas”. “El logro más grande es que se instaló el problema en el Congreso y en la opinión pública -sostiene, y recuerda el debate sobre la Ley de Tierras-, no es la que queríamos, pero por lo menos hay algo”. Partidario de la Federación Agraria, Forte celebra que “muchos proyectos agropecuarios han salido del seno de las entidades”.

El chaqueño Pablo Orsolini se sumó a la disconformidad opositora en torno a la ley definitiva de extranjerización de tierras, que está cerca de tener plena aplicación. Más aún, el diputado anticipó a este medio que pedirá informes al Poder Ejecutivo “para ver de qué forma se hizo el relevamiento para registrar las tierras”. “Hubiésemos querido que nuestros proyectos tengan más tratamiento, pero al menos logramos poner la agenda del campo en el Congreso”, coincide Orsolini.

Su par Jorge Chemes comenta sobre las expectativas que lo invadieron al ocupar su banca: “Lo que más me sorprendió cuando llegué al Congreso es que no se tenía conocimiento de lo que era un sistema productivo agropecuario -analiza el entrerriano-, por eso intenté hacer conocer cuáles eran sus problemáticas”. Para el diputado, “éste es un problema del mismo sector, que nunca se arrimó a los sectores de poder ni trató de incorporar estos temas a la agenda”.

“Hasta 2009 no había nadie del sector; fue el tema de las retenciones la bandera que nos llevó a los agrodiputados a generar ese proyecto”, recuerda Chemes, quien confía que a través de sus contactos con las entidades agropecuarias trató de “transformar en proyectos las necesidades del sector”, aunque asegura que tenían “plena conciencia” de que eran “diputados, y no lobbistas”. Pero al pasar el tiempo, se hacían cada vez más evidentes las dificultades para articular intereses entre una Mesa de Enlace ansiosa por leyes en su favor y un trámite parlamentario espinoso para la oposición. “No logramos generar ese ida y vuelta en la comunicación para llegar a lograr objetivos claros”, reconoce el diputado entrerriano sobre su relación con las entidades.

Proyectos en el camino

Los “agrodiputados” coinciden en recordar, como una de las grandes deudas pendientes del Congreso, una nueva Ley de Arrendamiento para evitar los desalojos y el remate de campos a varios pequeños productores. Oficialismo y oposición nunca lograron llegar a un acuerdo y la norma sobre contratos agrarios sigue sin actualizarse desde 1978, pese a las “promesas” que se encarga de recordar Pablo Orsolini, autor de uno de los proyectos con la Federación Agraria: “La última Ley de Arrendamiento fue desvirtuada en 1978 por (José Alfredo) Martínez de Hoz y no beneficia a nadie”, advierte. Los proyectos sobre arrendamientos rurales que se presentaron en el Congreso buscaban establecer un término temporal definido para los contratos, ampliando los derechos de los arrendatarios y regulando los precios en base a lo que se produce en los campos. Además, pretendían agregar formalidades contractuales que hoy no están en la norma, impulsando la conservación de los recursos y desalentando la explotación de tierras por parte de los pooles de siembra. La ley naufragó entre promesas y nunca arribó a puerto.

Por otra parte, Ulises Forte lamenta no haber avanzado con el proyecto radical para crear un Plan de Arraigo Juvenil, con el fin de crear oportunidades de trabajo y fomentar emprendimientos para que los jóvenes no deban migrar a las ciudades y permanezcan en el medio rural.

Extraña paradoja, la Comisión de Agricultura fue de las que más veces se reunió en un inactivo 2011, cuando la presidía Juan Casañas. Desde allí se impulsó, por ejemplo, la prórroga del Fondo Ovino, que luego el Senado convirtió en ley. Pero muchas otras discusiones quedaron en el camino, como el tema de la alta carga impositiva de los combustibles para el transporte de granos, el “incumplimiento” de la Cuota Hilton y el debate sobre la rotación de cultivos por el cuestionado protagonismo de la soja.

Los desafíos

Con la Comisión de Agricultura bajo la presidencia de Luis Basterra (Frente para la Victoria) y un oficialismo que da vía libre a los proyectos del Poder Ejecutivo, gran esfuerzo deberá hacer la oposición si quiere mantener viva la voz del campo en el Congreso. El año que viene se vence el mandato de todos los agrodiputados radicales, sumados a la cívica Hilma Re, y no todos conservan las ganas de renovar sus bancas, o al menos lo analizan con precaución: “2013 está cerca y a la vez lejos”, deslizan, enigmáticos.

Suena fuerte para ingresar al Parlamento el nombre de Hugo Biolcati, cuyo mandato al frente de la Sociedad Rural vence en octubre, y poco puede disimular su entusiasmo por zambullirse de lleno en la arena política.

Para Orsolini, tras el recambio legislativo que se aproxima, “sería bueno que haya otros dirigentes” que respondan al agro. Acotó Casañas que espera que “la senda iniciada por los diputados salidos del campo no se corte acá, y en 2013 entre una nueva camada de políticos salidos del ruralismo”. Chemes, en cambio, no es tan optimista: “Veo poca movilización para mantener estos lugares que hemos conseguido; no veo el interés y el protagonismo de 2009”, confiesa.

Por la Federación Agraria tiene mandato hasta 2015 el socialista Omar Barchetta. De no postularse Biolcati, podría ser el único resabio de un huracán que llegó en 2009 desde tierras campestres y se irá con menos fuerza y cierto sabor amargo.