La necesidad de seguridad es una de las más primarias del ser humano y su satisfacción es lo que lo llevó a vivir en comunidad, y con la evolución de los tiempos, constituir sociedades más complejas que derivaron en el Estado como lo conocemos hoy. Otra de las necesidades primarias de las personas es un conjunto de reglas claras y previsibles para poder vivir en sociedad: LA JUSTICIA.

Los sucesos lamentables de los linchamientos que vienen sucediendo desde hace unos días son una inequívoca muestra de las falencias que tiene el Estado en garantizar el cumplimento de dos de las más importantes demandas de la sociedad, que son nada menos que la razón misma de la existencia del Estado.

Sin seguridad no podemos vivir, y la “justicia por manos propias” es precisamente la antítesis de la justicia, que está a cargo del Estado y que garantiza el debido proceso. La sociedad está harta de la inseguridad, eso es cierto. Y también estamos hartos de la ineficiencia de la justicia a cargo del Estado. Pero la “justicia por manos propias” es nada menos que la total aniquilación de la justicia y una involución hacia niveles pre-estatales, y casi salvajes de convivencia donde no impera el derecho sino la ley del más fuerte.Por lo cual, rechazo y repudio todo acto de violencia o barbarie por parte de la ciudadanía ante hechos ilícitos. Pero si le exijo al Gobierno Nacional que proteja a todos los argentinos ante tanta impunidad, violencia y estado de indefensión.

Esto que está sucediendo hoy, no había pasado nunca en la Argentina moderna, y es urgente, es vital e impostergable, que el Estado comience a hacer las cosas bien, y a satisfacer la necesidad de los ciudadanos de seguridad y de justicia, porque para eso existe.

Desde mi banca como diputada nacional por la Provincia de San Luis, he presentado varias propuestas que intentan ser una humilde contribución a proveer mejores herramientas para encarara ésta tarea. Espero que puedan ser tratadas a la brevedad.

Ante la difícil situación que estamos atravesando, el Ejecutivo no puede darse el lujo de no escuchar a quienes queremos aportar algo para solucionar los problemas de la gente. No digo que hagan lo que nosotros queremos, pero si que al menos nos escuchen.