Hace cinco años en una nota de opinión escribí de que los BRIC deberían ser BRICA. Se agregó un país, Sudáfrica y fueron los BRICS. Ahora por fin son BRICAS porque estamos nosotros.

El mundo tiene países centrales, emergentes y marginales. La ominosa división no es el resultado de una discriminación ideológica, sino de la realidad. Los centrales – Estados Unidos, Europa – sobrellevan una innegable crisis que va desde la corrupción hasta el envejecimiento poblacional pasando por un cuello de botella en materia de productividad. Los norteamericanos y Alemania son los que campean mejor la compleja situación, pero no están exentos de una prospectiva difícil.

Ese escenario es un reto estimulante para los emergentes. Por eso hace casi una década nació el BRIC, Brasil, Rusia, India y China. Por motivos geopolíticos – África es un continente surgente que dará sorpresas en este siglo con 300 millones de clase media preparada-, agregaron a Sudáfrica. A pesar de que la Argentina tenía casi todas las condiciones, a ninguno de los BRICS se les ocurrió que debíamos ser invitados. Tampoco lo hicieron con México, Turquía y otros que se destacan en el mundo emergente.

Empero, repentinamente Rusia sugirió que nuestro país sea invitado y allí estaremos el 15 de julio en la reunión a celebrarse en Fortaleza. Ahora cobra forma el BRICAS. Seguramente seguirá desplegándose.

¿Cuáles son las condiciones que nos dan credenciales para ingresar al club del futuro? Población calificada, anchurosos territorio y recursos, incluyendo el gas y petróleo no convencionales – ¡cuánto le debemos a Vaca Muerta esta invitación! -, agua, mar, tierra, sol, capacidad natural para ser un poderosos y potencialmente próspero país.

¿Cuáles las acechanzas que ensombrecen nuestras perspectivas? Corrupción casi galopante, sistema de impunidad – la matriz de aquélla -, congénita idea de que a la ley se la hace para trampearla, inepcia para respetar instituciones trans y suprapersonales, educación decadente, neobarbarbarie – la droga es corrosiva del cerebro porque mata neuronas- y viejas, anacrónicas, enmohecidas ideas y categorías conceptuales que nos tienen literalmente atrancados. Una de ellas es que el Estado debe ser superpotente e inmensamente burocrático en una nación cada vez más escuálida. Es la falsa idea de que el pueblo es incapaz y el papá Estado es su tutor. Es la deconstrucción del civismo. Por eso somos más habitantes que ciudadanos.

Depende de nosotros. Podremos ser actores de un planeta en plena ebullición, cocinando cambios históricos, en el cual los emergentes van a lograr centralidad y con ello se producirán – anhelamos – mutaciones a favor del sentido humano de la vida, ese que puede diluirse – de hecho es lo que ha acaecido – en las luchas por el poder y en las inacabables guerras.

En este tema se observa diáfanamente qué es una Política de Estado. El 15 de julio próximo irá a Fortaleza en nuestra representación la primera magistrada en retirada. Esto es absolutamente anecdótico y circunstancial. Lo trascendente es que la Argentina puede empezar a ubicarse correctamente en el escenario mundial.

Una extraordinaria y benévola peculiaridad de los BRICS – ahora BRICAS – es que no se reúnen para inflamar e inflamarse de retórica confrontativa. Son propositivos. Buscan – buscamos – ampliar el poder naturalmente, por el propio peso y gravitación del progreso que se va plasmando.

Una reflexión es ineludible: nos invitan al BRICS a pesar de todos los casi infinitos desaguisados – algunos, genuinos desastres – que cometemos, como por caso haber librado la inédita batalla contra nuestro histórico pilar económico, la producción agropecuaria. No existe algo análogo en toda la tierra ¡Qué país el nuestro! No obstante todo lo que lo laceran – y saquean – sigue en pie y es reconocido como una esperanza. Llegó el momento de sepultar tanto contrasentido y comenzar la era de la sensatez y el equilibrio. Nos abrirá un horizonte inconmensurable.

Asseff es diputado nacional (UNIR -Frente Renovador)

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