El secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, no deja de sorprendernos; puede aparecer en un canal de noticias parloteando nerviosamente sobre un accidente de tránsito, descendiendo raudamente de su “Bernicóptero” en medio de una multitud que reclama por sus derechos o, incluso, hacer una de sus “estelares” apariciones montado en su poderosa y vistosa “Bernimoto” que le permite estar, prácticamente, antes que los móviles de los medios de comunicación, dicen que hasta puede volar. Ha opinado sobre todo, todas y todos, nada le es ajeno, utilizando su propio argot podría denominarlo, sin temor a equivocarme, como un “declarador serial”. Sucede que, en ocasiones, estas declaraciones son, a todas luces y, cuanto menos, desafortunadas.

Todavía resuenan los ecos de sus xenófobas declaraciones sobre un supuesto complot delictivo de extranjeros procedentes de diversos países vecinos que habrían elegido como blanco para sus pillerías a la Argentina. Por supuesto que a esto lo dijo sin los números en la mano, es decir, sin basarlo en estadística seria alguna, echando mano, y lengua, solo a su “criterio”. Cuando apareció en la escena pública, hace ya algún tiempo, intentaron mostrarlo como un soplo de aire fresco, alguien “nuevo”, pretendidamente eficaz, arrojado y valiente, una especie de súper héroe de carne, hueso y moto. El mensaje decodificado sería: “ahora, con Berni, pueden estar tranquilos”. Pero a esa canción los argentinos ya la escuchamos y, por desgracia, más de una vez.

El “dueño” del centro de la escena no es hombre que se preocupe demasiado por los límites o la corrección. Últimamente se permite instruir, detalladamente, a los diputados acerca de cuáles leyes son útiles para aliviar su tarea y, también, cuáles no, o si tal o cual dictamen de comisión se ajusta a su particular cosmovisión que todo lo abarca. Además, en épocas de creciente inflación Berni parece acompañar esta dinámica, porque cada vez abarca más y más. ¿El límite? Quién sabe “¡hasta donde llegaré”!, se debe preguntar el propio Berni cuando escucha una y otra vez, atento, identificándose con la fabulosa “Persiana Americana” de Cerati y Cía.

Ahora bien, me he referido, con ciertas licencias, a los dichos y he trazado, con mayores licencias todavía, algunos rasgos del funcionario en cuestión. Pero ahora, muy brevemente, me ocuparé de los hechos.

Aclaración: sabido es que no existe una sola manera de hacer las cosas. Criticar el accionar de Berni no es delito ni pecado, y mucho menos significa que lo posicione a uno del lado de lo que él dice que combate. Los que me conocen, y a los que no se los cuento, saben que cuando ocupé el cargo de Ministra de Seguridad de la Provincia de San Luis lo hice con esfuerzo, entrega, dedicación y profesionalismo, junto a un equipo multidisciplinario, en el marco de administración ordenada e inclusión social del único modelo de gestión pública exitoso que conoce la Argentina desde la recuperación de la democracia, el modelo que concibió y ejecutó el ex gobernador, ex presidente de la Nación y actual senador nacional, Dr. Adolfo Rodríguez Saá, ocupándome a conciencia de los problemas y, principalmente, atendiendo sus causas, y siempre respetando a las personas, sin discriminar.

¿Es eficaz Berni? No lo es, porque, por ejemplo, “invade” Rosario con 4000 efectivos de fuerzas federales y no mete preso a nadie ni incauta grandes cantidades de estupefacientes, lo que evidencia que la inteligencia previa fracaso o brilló por su ausencia. No lo es, tampoco, porque las estadísticas delictivas han empeorado, crecen y crecen sin control. No lo es porque no actúa según un plan preconcebido; no lo es porque no propicia la utilización de las nuevas tecnologías de la información en la lucha contra el delito (sistema on line mundial de identificación dactilar IAFIS, centros de ADN forense, que deberían instalarse en cada provincia, entre otros) Y, para no aburrir al lector, no lo es porque es torpe, porque actúa desconociendo los derechos de las minorías, sin aplicar un criterio federal, ejerciendo sus superpoderes solo en Capital Federal, un día dice una cosa y al siguiente hace otra. En fin, el flagelo de la inseguridad no ha mejorado desde Berni, solo ha sumado un polémico personaje que vino a hacer política con la seguridad pública, en vez de elaborar y aplicar verdaderas políticas de seguridad pública, como reclama la gente. Y lo peor, tiene un coro de irreflexivos que, desesperados por protagonismo o por alguna otra causa que desconozco, se suman alegremente a sus dislates demonizando a extranjeros en situación de vulnerabilidad social, como si realmente fueran los responsables de todos los males que nos aquejan.

Para finalizar les confieso algo preocupante: Berni me recuerda a otra época, una que yo creía definitivamente superada.