Los votos no tienen dueño, que quede claro. Sino, que le pregunten a Martín Lousteau, la estrella (derrotada) del balotaje porteño. Mal haría el exministro de Economía en creer que lo obtenido el 19 de julio pasado -cuando casi duplicó los votos de la primera vuelta- le pertenecen. Y si no le quedó claro entonces, que se fije en los votos que alcanzó el candidato que él dijo que apoyaría en las PASO nacionales, Ernesto Sanz, que se alzó con solo 70 mil votos en la Ciudad de Buenos Aires, apenas un 1% más que Elisa Carrió en ese distrito.

No viene al caso porque ahora el excandidato de ECO vaya a votar por Margarita Stolbizer, como sugirió en su momento, sino por lo que deben tener en cuenta todos los candidatos con aspiraciones que se han impuesto la tarea de seducir votantes ajenos, de momento convencidos de que mantendrán los votos ya alcanzados. En rigor, han comenzado por los supuestos “propietarios” de esos votos, a los que tratarán de cortejar en el tiempo que resta hasta el 25 de octubre. Hablamos de la oposición y el oficialismo, y no solo de los presidenciables, sino también de aspirantes a gobernadores e intendentes.

Conocidos los resultados y habiéndose verificado tanto que Mauricio Mari era el opositor más encumbrado, como que Sergio Massa aún mantiene cierto poder de fuego, desde lo que se ha popularizado como el “círculo rojo” volvió a insistirse con el ya imposible acuerdo electoral entre ambos. “En política todo es posible”, simplificó un reconocido analista con alarmante liviandad, cuando todavía los votos se estaban contando. No hay ninguna chance a esta altura de que un candidato se baje, pues no se trata de una decisión individual, sino de algo que conlleva el destino de quienes lo acompañan en las listas y no pueden ser dejados a la intemperie. En política eso no se hace. Y si se hace, no se perdona.

Pero en política sí hay heridos, y ese es uno de los factores a contemplar en las alquimias electorales que sí se analizan de cara al futuro. Si los cierres de listas dejan heridos entre los que quedan excluidos, las PASO los multiplican entre los que pierden, y es lo que por ejemplo ha sucedido por doquier en la provincia de Buenos Aires. Es allí donde propios y extraños trabajarán para engordar la cosecha alcanzada el 9 de agosto.

Hay intendentes massistas cuya situación ha quedado muy frágil, con serias posibilidades de perder sus distritos; hay también candidatos de Cambiemos con posibilidades ciertas de ganar. Jesús Cariglino y Luis Acuña, entre los primeros; Diego Valenzuela, entre los segundos, podrían ser ejemplos de acuerdos subterráneos entre las fuerzas de la oposición. Hay heridos también en el kirchnerismo, como intendentes derrotados en la interna -Mariano West y Raúl Othacehé-, que tan enojados están que hablan de ayudar al PRO.

En el sciolismo hay negociaciones en el mismo sentido. Por un lado, para contener a la tropa propia; por el otro, para ayudar eventualmente a intendentes opositores que estén en apuros, caso el de San Miguel.

Esos acuerdos distritales consistentes en el reparto de “boletas combinadas” favorecerían a candidatos presidenciales y a la gobernación, y están lejos de lo sugerido por la escritora Beatriz Sarlo, que insinuó una alquimia tan original como disparatada: que se bajaran Sergio Massa y María Eugenia Vidal, para garantizar de esa manera una victoria opositora. No hay manera de llevar a la práctica semejante propuesta; pueden haber acuerdos distritales y limitados para desarrollar a través del “voto delivery”, pero no institucionalizar algo semejante a nivel país. Convengamos que quien sugiere tal extravagancia en realidad hace campaña por Margarita Stolbizer.

En modo alguno podría pensarse en minimizar el papel que pueda jugar María Eugenia Vidal, que emergió de las PASO con una envergadura mucho mayor que la que tenía hasta entonces, convirtiéndose en una de las grandes esperanzas para Mauricio Macri. Sobre todo porque el domingo 9 se cumplió uno de los grandes deseos de la oposición en su conjunto: que Aníbal Fernández le ganara la interna a Julián Domínguez. Suena exagerada la comparación que entre el jefe de Gabinete y Herminio Iglesias ha hecho Elisa Carrió, pero lo concreto es que la oposición considera a Fernández el candidato ideal para rivalizar. Los publicistas de Cambiemos deben estar por estas horas esmerándose en pensar cómo plantear para octubre de modo convincente un enfrentamiento entre “Caperucita y el Lobo”.

En ese contexto la esperanza de Vidal está en crecer por las suyas y en que Felipe Solá traccione parte de los votos de Julián Domínguez en detrimento de Aníbal Fernández.

A esta altura, el jefe de Gabinete parece ser una apuesta personal de la Presidenta, que lo defendió enfáticamente en su última cadena nacional. No dejó de llamar la atención que en su semana de ostracismo en Olivos, Cristina lo convocara a Olivos para felicitarlo y se difundiera esa fotografía. No hubo un saludo similar con Daniel Scioli. Cristina le ordenó a la pareja derrotada en la interna bonaerense sentarse con Aníbal para dar una señal de unidad. Se difundió también la foto correspondiente, pero la cara que se le veía al presidente de la Cámara de Diputados no aportaba demasiado a la unidad declamada.

Mientras tanto, el oficialismo debió lidiar con el temporal que representó para la imagen de Daniel Scioli la inundación en su territorio. Y en ese contexto se dio el inesperado blooper del viaje fallido del candidato a Italia. Porque el fenómeno climático no era algo nuevo cuando lo emprendió el lunes 10, sino que venía azotando a la Provincia desde el miércoles anterior, y cuando el gobernador viajó ya había evacuados. De hecho, el dato saliente del fin de semana de veda electoral habían sido los cambios de lugares de votación por las inundaciones. Es inaceptable que se le haya pasado algo así a alguien que como el candidato presidencial ha hecho de la imagen el pilar de su carrera política.

Súbitamente su gestión al frente de la Provincia -por razones inescrutables cuestionada solo por lo bajo- quedó expuesta de modo crítico y de un día para otro comenzó a suceder algo inédito para su administración: comenzaron a entrarle las balas.

Esta semana lamentaban en el entorno del gobernador que estos sucesos hubieran opacado la amplia victoria en las PASO, que terminó pasando desapercibida por el agua y el viaje a Italia. Mala suerte para Scioli: Mauricio Macri también tenía previsto tomarse unos días de descanso, con destino no determinado, igual que María Eugenia Vidal, quienes terminaron salvando la ropa estando cuando el gobernador se ausentó.

Sergio Massa -que también aprovechó para lucirse- era el único que no tenía previsto un descanso; tiene mucho por hacer de aquí a octubre.

La parte del vaso lleno para el candidato del FpV -toda una ironía en este contexto tan líquido- es que esto le sucedió cuando las elecciones generales están aún bastante lejos en el tiempo. De haber sucedido una semana antes del comicio podría haber resultado letal para el proyecto presidencial del excampeón de motonáutica.