Sorprendió a propios y extraños Emilio Monzó cuando tras recibir una catarata de elogios de sus pares y ser votado para continuar al frente de la Cámara de Diputados, hizo una encendida defensa de la “rosca” política. Luego el presidente Mauricio Macri volvió a manifestarse de manera despectiva respecto de esa “práctica”, y más dura aún estuvo Elisa Carrió, quien señaló que con esa expresión, el presidente de la Cámara le “abrió la puerta” de salida de ese cuerpo.

Monzó dobló la apuesta este martes, al publicar en el diario La Nación una columna en la que destaca que se trata de una palabra “con mala prensa” que ha sido desterrada del diccionario de la “corrección política”. Sin embargo, Monzó volvió a defenderla señalando que se trata de una palabra “devaluada”, pero que es “una herramienta indispensable para tejer lazos de confianza y construir puentes entre la dirigencia”.

El presidente de la Cámara insistió en que la política es “diálogo, es confianza, es capacidad de escucha, es convivencia y familiaridad con lo diferente”, y todo eso es lo que considera “rosca política”; una palabra con mala prensa, aunque a su juicio si es la “inversión de tiempo para generar confianza y achicar distancias”, debería ser admitida como “un formidable lubricante para aceitar los mecanismos de la buena política”.

Reconoce Monzó que por “especulación marketinera” se ha alimentado una “grieta” -otra más- entre la vieja y la nueva política, “como si lo viejo estuviera siempre teñido de vicios y lo nuevo fuera invariablemente puro y refrescante”. Es así que la “rosca” quedó como símbolo de la “vieja política”.

Emilio Monzó advierte que este es un tiempo que tiende a seguir el ritmo y los espasmos de las redes sociales, en el que “la política se asocia cada vez más a las reglas y los códigos del show y el espectáculo”, por lo que sugiere valorar “aquellas antiguas y nobles herramientas que ayudan a cultivar los mejores valores del accionar dirigencial”.

Para el presidente de la Cámara baja, la buena política es la que “encuentra el equilibrio, calibra los matices y es capaz de conciliar”. En ese marco, considera que la “rosca” simboliza quizás “esa vocación por explorar lo relativo, por alejarse de los extremos y facilitar los puntos de acuerdo y coincidencia”.

Monzó admite que el concepto “rosca” sea sacrificado, y que se empiece a hablar de “búsqueda de confianza política, de tendido de puentes, de ejercicios de negociación”. Irónico, sugiere hacer un “casting de nombres más elegantes y sugerentes, si eso combina mejor con la modernidad y las redes sociales”, pero pide no de jar de “invertir tiempo en el diálogo con el otro”, y como otro toma a los dirigentes, la militancia, los jóvenes, los ciudadanos de a pie, concejales e intendentes.

“No dejemos de hacer política, porque con todas sus imperfecciones, su necesidad de autocrítica y su indispensable renovación es -como la propia democracia- el menos malo de los sistemas”.