Por Daniel Bosque. El director de Mining Press y EnerNews analiza el nuevo escenario política, tras la reconfiguración que significó la designación de Pichetto y el acuerdo con Massa.
“Y saldré con los descamisados de la Patria para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista” (Eva Perón).
Subieron los bonos y acciones, bajó el riesgo país y sólo faltó, por el fuera de hora, ver caer al dólar. Viva la vida, viva el amor, dicen eufóricos los mercados que aman mucho más este dulce que el F&F. Todo el arco antika aplaudió sin disimulos el salto de garrocha de Miguel Ángel Pichetto, de los más sonados borocotazos de la palestra nacional.
Empardamos dicen los businessman y el electorado que detesta a CFK, aunque para el paisaje alfanumérico siga patético. Nada cierra como debiera para el Gobierno, en las magnitudes macroeconómicas y sociales de un cuaterno que comenzó entre albricias y termina al borde del abismo.
Aunque bien le sirve la persistencia ambivalente de la familia Kirchner y su carpa chica, que acaba de sacar del modo avión al aparato político y sindical del justicialismo. Hasta el fichaje del rionegrino, Cambiemos veía impotente como un amplio sector (consumidores empobrecidos, despedidos, indigentes, empresarios endeudados) volvió cargarle la SUBE al kirchnerismo y a ponerlo solitario en el centro del ring.
“Cristina es una enferma de poder que sólo quiere sumisión” dicen por lo bajo los barones del conurbano. Y los patrones peronistas de las provincias, donde viene arrasando el PJ en diversos comicios. Pero nadie quiere quedar afuera de la foto triunfante del 11 de diciembre. Ni Sergio Massa, el último pasajero del remolcador volveremos, preso en su laberinto.
Los otros jinetes del apocalipsis de Alternativa Federal huyen de la asfixia con lo puesto. Lejos de la costa se divisa a Roberto Lavagna, cuya candidatura es para el Mundo M un caballo de Troya para minar a Mauricio. Y Juan Manuel Urtubey, más un socialdemócrata que un peronista atávico, que fotos y gestos saltará a los brazos macristas antes de que cante el gallo. Por razones personales y viveza criolla, Schiaretti guardó su ancho de bastos antes de cantar el quiero. Es la vieja carta cordobesa, desde cuando Amadeo Sabattini convivía con Perón y Evita.
Hablando de socialdemocracia, es la mala palabra es la que volvió a poblar discursos y cafés del pero – kirchnerismo. Con primera y segunda acepción: el pejotismo clásico y doctrinario sospecha de Alberto Fernández por sus laberintos e inclinaciones centristas. El gesto de arrumbar a Guillermo Moreno, dicen, es una traición a la revolución peronista, inconclusa desde que la Revolución Libertadora abolió la Constitución de 1949 y su comunidad organizada.
Para el think tank K en cambio, es un lindo guiño a lo que viene. Hay que tirar ese lastre y rescatar a los propios dice este espacio, mientras postula abrirles las rejas a los presos con y sin condena, por presuntas corrupciones. A las víctimas de un “lawfare” que acaba de condenar el papa peronista.
La historia argentina recordará esas décadas de decadencia por esta gran topada de comadres entre Macri y Cristina. Y tal vez recuerde esta curva dialéctica, entre el capitalismo alineado con occidente, como dijo Pichetto y hoy lo reiterará ante los petroleros en Vaca Muerta, y las banderas nacionales y populares del Instituto Patria, que proponen más sinapsis con Venezuela, Nicaragua, Irán, Moscú y Beijing, por ejemplo. Qué gran tema Argentina y el mundo, porque además de debilucha y en manos del FMI, no está sola, como decía el ufólogo Fabio Zerpa. La guerra comercial complica las commodities, la región continúa en llamas por Maduro y sus migrantes, Trump todos los días tira del mantel global.
Macri movió fichas. Pocas veces, desde la debacle del peronismo a manos de Alfonsín, que terminó en el invento de la Renovación Peronista (que concluiría en Carlos Menem), el gran movimiento de masas está tan en ebullición. El mayor problema de forjar alianzas no son los programas, son las listas de candidatos.
Mientras Olivos convida canapés para anunciar a los novios, Marcos Peña y Durán Barba son castigados afuera y adentro del espacio gobernante por su pureza aria que los hundió en la soledad. Dame más rosca, diría Emilio Monzó. “San Martín no era peronista bromeó Mauricio con Los cronistas acreditados”. Pero yo sí ahorita, le faltó decir.
En la Argentina nunca te aburres, otra cosa es que tengas laburo y para morfar. Aguantá querida, que sólo faltan cinco sueldos y un aguinaldo para las benditas elecciones.
