Por Ariel Hernán Valloud, abogado y miembro del Grupo Labor Peronista. Al autor analiza la composición actual del peronismo.
“¿Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar?”
No, ahora no. Ahora es: “Mejor que hacer, es decir, mejor que realizar, es prometer”.
Todo es dual, todo es pseudo, todo es sólo de nombre.
El político, ya no es un político, ya no es un líder luchador con la política como herramienta, sino un lobista de intereses o como se dice ahora, un “facilitador de negocios”.
La oposición política, ya no es oposición constructiva u oposición con el rol de contralor del oficialismo y al servicio del pueblo, sino que la oposición política es un actor de reparto en la obra de teatro, cuyo papel principal es tranzar en la rosca política y esperar hasta que le toque el turno de la caja grande cuando sea oficialista; lo que ya fue charlado con el oficialismo entre cuatro paredes, y guay que la oposición saque los pies del plato.
El presidente ya no es presidente, sino una porta lapicera (lapicera con poca o nada de tinta).
El vicepresidente, ya no es vicepresidente, sino el que manda en la administración pública del país, por medio de funcionarios testaferros.
El legislador representante del pueblo ya no es representante del pueblo a puertas abiertas, sino administrador de la rosca política, un relleno de listas electorales y “pescador a río revuelto”.
El empresario, ya no es empresario, sino un contratista del Estado con el cargo de facto de funcionario político inorgánico.
El referente de una organización social ya no es un referente social, sino un intermediario contenedor y administrador de la pobreza endémica, administrando cajas multimillonarias del Estado.
El empleado público, ya no es empleado público al servicio del pueblo, sino al servicio de su facción política o sindical.
La Justicia, ya no es Justicia. Punto.
Ahora los problemas del país no se solucionan, se ejerce la procrastinación de la mano de la oposición o pasándole la bomba de tiempo.
Determinado pueblo aborigen que habitaba en el país antes de la llegada de Colón ya no es un pueblo como tal, sino miembros de un grupo que se dice pueblo originario, apropiándose de lo que no es suyo con sólo apuntar con el dedo y a sola declaración verbal, y promotores de violencia y delitos de todo tipo.
El militante político, ya no es militante o activista por y para una causa justa del pueblo, sino un lobista rentado de su “frente político”, rentado ad hoc, o rentado con la promesa de quedarse con un pedazo de la torta del Estado a “conquistar”.
El docente, ya no es docente, sino un militante y lobista político de la “grieta” en la escuela.
El ciudadano, ya no es una persona que participa con civismo y compromiso político por un país mejor, sino que en muchos casos es un escrachador, con periodistas socios que lo difunden o que, yendo más allá, lo incitan a que se cometa, que es lo mismo; o un ciudadano que es una “oveja policía”, balando a su vecino en favor de un bando de la grieta que dice amar, cuando en el fondo, es porque le conviene.
El progresista ya no aplica su método progresivo para lograr el factor social ascendente del pueblo, sino que lo aplica para lograr una cada vez mayor decadencia del pueblo.
El conservador, ya no es conservador, ni promueve más valores los tradicionales; sino que llegó en muchos casos a adoptar la ideología progresista por un puesto en el Estado y por el reparto del poder.
El peronista ya no es peronista, sino que es lo que surja, lo que venga y lo que convenga, empero, siempre haciéndose PASAR por peronista.
Los grandes medios de comunicación ya no hacen periodismo, sino capitalismo de empresa y principalmente, “factorear” poder (si me permiten el neologismo) y propaganda de gobierno (porque de allí proviene su mayor ingreso de dinero, es decir, del pueblo); sesgando los hechos de la realidad a favor de los intereses de su empresa en la coyuntura, con periodismo de guerra o con periodismo militante, o simplemente distrayendo la atención con los eclipses o fenómenos atmosféricos; o machacando psicológicamente con hechos de inseguridad o peleas entre vecinos al pueblo.
El trabajador ya no es trabajador: porque no le conviene, porque no puede, porque no encuentra, o porque le pagan por no hacer nada.
El sindicalista ya no es sindicalista, sino un gestor de negocios en las paritarias; el sindicalista es un miembro vitalicio atornillado a la silla de secretario general de su gremio; a la par, el sindicalista es un empresario multimillonario por privado al calor de la caja sindical, que mira de lejos el más del 40% de trabajadores no registrados y muy poco se queja de la hiperinflación, pues el sistemático aumento de precios le conviene para continuar como representante del mecanismo extorsivo y de regateo al trabajador, llamado paritarias.
Las manifestaciones y las marchas en la calle, ya no son manifestaciones para reclamar por los derechos del pueblo o para protestar y mostrar disconformidad contra determinada política; las manifestaciones son un desfile tragicómico, con ciudadanos e inmigrantes de familia numerosa que llegaron al país a cobrar planes sociales, rentados y obligados a caminar por las calles, para ocupar el lugar, simulando disconformidad, pues los que realmente reclaman en las marchas son sus jefes, para que no se toquen sus intereses en la torta de la caja del Estado.
Las manifestaciones políticas, ya no son protestas políticas, sino algo así como una murga o carnaval, un día festivo de comida y de ingesta de alcohol y estupefacientes en la vía pública, utilizando las veredas como baño público, y en el fondo, transmitiendo una amenaza, violencia intrínseca y una burla hacia el pueblo realmente trabajador.
Las fuerzas de seguridad ya no son fuerzas de seguridad, sino un batallón que se utiliza como escudo de contención y un eslabón en la cadena de corrupción e inseguridad, en la violencia contra el pueblo.
Muchas de las fuerzas de seguridad, ya no están para defender al pueblo de la delincuencia, sino para “liberar zonas” al calor del mandato político abolicionista y un Estado penetrado por el narcotráfico; y en última instancia para ser una salida laboral rápida para jóvenes sin futuro.
El hombre ya no sería hombre, y la mujer ya sería mujer, sino que es lo que él o ella se auto percibe que es.
Una persona por nacer en el vientre de su madre ya no es un ser humano, sino “un fenómeno” al que hay que matar, avalándolo legalmente, según convenga a los antojos circunstanciales de su progenitora.
El Papa argentino, ya no es sólo un Papa, ya no es sólo un pontífice para la espiritualidad de la humanidad, sino que el Papa está con la tijera empuñada sobre las sogas que sostienen el puente al más allá, al otro lado, a la divinidad, obstruyendo su entrada; un Papa que bajó al lodazal político, militando las causas del lado sinistroso globalista; un Papa con diagnósticos correctos, pero con soluciones expectoradas apuntando para arriba y con obediencia debida; un Papa al que la humanidad le pide y tácitamente, le ruega, que debe comenzar a enseñar que “El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el suprahombre” y que “...la grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta”.
A todo esto, no nos equivoquemos, lo que ocurre en nuestro país, no es la ley de la selva, la ley de la selva como ley natural, se halla en justo equilibrio y en armonía.
No, no nos equivoquemos, no es una situación anárquica, ni una situación anómica lo que vivimos en la Argentina, sino que estamos ante la concentración del poder en muy pocas manos; con la ignorancia, el desempoderamiento, el miedo y la confusión del pueblo cómo ardid; y con la miseria y el hambre como látigos disciplinadores en muchas bocas del pueblo argentino.
No es anomia, ni es anarquía, es subversión de la norma.
Es una subversión de lo normal, de lo derecho, de lo que tiene naturaleza y propósito digno.
Sólo cuando el peronismo vuelva a tomar las riendas de nuestra Argentina, cada rol político, cada función social, cada iniciativa económica, cada valor y principio humano, volverá a su estado natural, TODO, para el desarrollo y la felicidad del pueblo argentino.