Por José Angel Di Mauro

No se puede poner en duda la sinceridad de Daniel Scioli. Cuando el gobernador bonaerense proclama su fidelidad a la Presidenta, tiene un historial de ejemplos para exhibir en su favor. Historial que se remonta a los albores del proyecto K, cuando sufrió sonoros y recordados destratos de Néstor y Cristina Kirchner -en ese orden- y él se mantuvo estoico, sin amagar siquiera a patear el tablero.

Cuando dice que Cristina merece un nuevo mandato a partir de diciembre, también es sincero. Y si no fuera tan elíptico en las respuestas, también lo sería ante la pregunta de si quiere ser el próximo presidente: no dirá que no, claro está, pero tampoco dejará escapar una palabra que pueda resultar inconveniente.

Tan sincero es el gobernador como lo son los carteles que empapelan la costa atlántica con la consigna “Scioli 2011”. El ex motonauta está lanzado… a la reelección, en primera instancia, o a la presidencia, si se dan las circunstancias. Eso es lo que dicen esos carteles que no precisan objetivo. En uno u otro caso, no tiene más que esperar; para la gobernación es un hecho que está en campaña. Para las presidenciales, dependerá sólo del caso de que Cristina Fernández decida no presentarse para un nuevo mandato.

Alternativa que desde el kirchnerismo más cerrado se apresuraron a dar por definida cada vez con más convicción durante las últimas semanas. Sonó como palabra santa en tal sentido la del diputado ultrakirchnerista Carlos Kunkel, quien al anticipar que Cristina Fernández y Daniel Scioli irían cada uno por su reelección, pareció convencer a todos de que eso ya era una cuestión resuelta. Para reforzar el convencimiento se recordó que fue Kunkel el encargado de anticipar en 2005 que la entonces senadora santacruceña sería candidata por la provincia de Buenos Aires, en lo que él mismo dio en llamar “la madre de todas las batallas”. Dos años más tarde anticipó también cómo se definiría la disyuntiva “pingüino o pingüina”.

Kunkel se ganó entonces ser considerado una suerte de oráculo dentro del mundo K, ese que tan bien conoce por haber sido kirchnerista de la primera hora, aunque en realidad en un principio era al revés, ya que fue uno de los impulsores de la corriente en la que Néstor Kirchner comenzó a militar en los 70. Pero conviene recordar que las cosas han cambiado: Kunkel podía expresar el pensamiento profundo del ex presidente, pero de ningún modo convertirse ahora en vocero de Cristina. Al anticipar lo que vendrá, habló más desde el convencimiento y la necesidad, que por un conocimiento preciso.

Cristina Fernández tiene su propia gente de confianza que no en todos los casos son quienes lo eran para el ex presidente. Algún ministro incluso puede dar fe hoy de que su estrella murió con Néstor Kirchner. Para saber cómo puede llegar a ser la Presidenta con quienes no considera “su gente”, vale remontarse a sus tiempos como senadora, cuando su esposo era gobernador de la lejana Santa Cruz. Si bien nunca armó una línea interna propia, lógicamente tenía más afinidad con algunos, que recibían el mote de “cristinos”.

Juan Carlos Añón trabajó con la senadora, pero no era merecedor de esa denominación. Militante de la JP en los 70, había sido jefe de Néstor Kirchner en esos tiempos. Necesitado de empleo, el entonces gobernador lo contrató para trabajar para su esposa en una pequeña oficina de la calle Alsina donde funcionaba una suerte de anexo del equipo de Cristina. Terminó yéndose, porque en realidad era amigo de Kirchner y la senadora ni siquiera lo saludaba. “Cristina no le daba bolilla porque era un contrato político de Néstor, en pago a 30 años de lealtad -confió para esta columna alguien que trabajó con la entonces senadora-. Ella por supuesto no lo hubiera contratado. Y finalmente el tipo se fue con el padre Farinello”, con el que luego sería diputado provincial por el Polo Social.

Si será o no finalmente candidata es algo que la propia Cristina no tiene resuelto, y definirá en su momento. Con su esposo vivo, por más misterio que le pusieran a la definición, era una decisión tomada que el próximo turno sería para NK, y ella vivía eso como un alivio. Ya sin su compañero, la Presidenta siente como una carga la responsabilidad de tener que ser el único timonel de lo que los Kirchner definieron como “el modelo”. Y sabe Cristina que el primer día de su eventual segundo mandato se iniciará la cuenta regresiva a la que ella y su esposo siempre temieron, de ahí que diagramaran un proyecto con mandatos alternados.

“Vos te tenés que ir así”, le dijo Cristina a su esposo presidente cuando juntos asistieron a la entrega del mandato de Ricardo Lagos en Chile, quien se retiró con una elevadísima imagen positiva. La misma sensación hubiera tenido la Presidenta de haber asistido al recambio presidencial en Brasil, con un Lula en la cima de la consideración popular. Son temas que habrá que considerar a la hora de pensar qué decisión podrá adoptar CFK en los próximos meses.

Con los números a favor que hoy muestran las encuestas, todo indicaría que la decisión de ir por la reelección no merecería muchas vueltas; pero la Presidenta está más atenta a los tiempos por venir que a lo que pueda suceder el domingo 23 de octubre.

Los que auguran un renunciamiento, sugieren atender los pequeños detalles, y hasta noticias menores como el golpe de calor que noqueó a Cristina esta semana -según sus propias palabras- les sirven para alimentar las dudas. El analista Jorge Giacobbe advierte sobre las últimas movidas en el Gabinete: “Todos los gobiernos empiezan con los más amigos y terminan con los más amigos. Revise antecedentes y verá que todos empezaron con los más amigos, a los que desplazaron cuando llegaron los que sabían, y sobre el final, desplazaron a los que sabían y volvieron los más amigos”, señala, especulando con un escenario de final.

Esas cavilaciones tiene también Daniel Scioli, entre cuyos colaboradores más cercanos se señalaba ya un año atrás que “el escenario de mínima es la reelección”. No pasa desapercibida en el entorno del gobernador la aparición de aquellas figuras que suelen oler anticipadamente el poder. Más de uno incluso hizo gestiones para poder participar de alguno de los partidos de fútbol que juega Scioli.

A todo esto, la oposición busca no perder el tren y en ese marco los radicales le sacaron ventaja al peronismo disidente. Mientras el partido centenario ya resolvió tener su interna el sábado 30 de abril, el Peronismo Federal está en un atolladero, por cuanto la mitad de sus precandidatos presidenciales se resisten a ir detrás de lo que han resuelto Eduardo Duhalde y los hermanos Rodríguez Saá.

Desde el gobierno analizan la posibilidad de invalidar el llamado a internas partidarias y la clave para hacerlo estaría en el artículo 19 de la reforma política, que dice que “todas las agrupaciones políticas procederán en forma obligatoria a seleccionar sus candidatos a cargos públicos electivos nacionales mediante elecciones primarias, en forma simultánea, en todo el territorio nacional, en un solo acto electivo, con voto secreto y obligatorio, aun en aquellos casos en que se presentare una sola lista”. Las observaciones estarían puestas en la frase “un solo acto electivo”.

Atentos a esos reparos, los abogados de la oposición preparan el contraataque con el artículo 21, que en un párrafo señala que “la designación de los precandidatos es exclusiva de las agrupaciones políticas”. Toman esa frase como la potestad para resolver la situación de la manera que deseen, aclarando para evitar impugnaciones que el resultado “no será vinculante”.