El peronismo se autocalifica como un “partido de poder”. Un término que lejos de ser peyorativo, fortalece a sus propios miembros. Pasa lo mismo con aquella máxima que, asentada en la experiencia concreta, sostiene que en la Argentina solo los gobernantes peronistas terminan sus mandatos. Si bien no dejan de admitir que en términos democráticos, eso no deja bien parada a la democracia argentina, internamente lo ven como un activo que pesa a la hora de salir a pedir el voto.

Críticos del peronismo como el exdiputado Fernando Iglesias refutan esa aseveración con elementos también concretos, que curiosamente son soslayados a la hora de sopesar la historia. Trae a cuento por ejemplo, sin ir más lejos, a Isabel Perón, por no citar al propio general, derrocado en su segundo mandato. Y más cerca en el tiempo echa mano al puntano Adolfo Rodríguez Saá, que solo se mantuvo en el Gobierno una semana, y hasta a Eduardo Duhalde, que se espantó con las muertes de Kosteki y Santillán y decidió entonces adelantar la entrega del poder; los seis meses extra que tuvo Néstor Kirchner luego.

¿Cómo hace entonces un partido de poder para mantenerse vigente cuando está fuera de él? Porque el peronismo no solo ha perdido la presidencia de la Nación, cosa que ya le pasó en 1999, sino también tengamos en cuenta que el PJ oficial no gobierna hoy ningún distrito grande. Dijimos peronismo oficial, para excluir a Córdoba, donde perdura el delasotismo, más allá de que fue el distrito clave en la derrota del kirchnerismo.

Si bien la pérdida de la presidencia no era algo improbable, el dato impensado era que una derrota involucrara a la provincia de Buenos Aires, un país en sí mismo al que de haber retenido, les hubiera dado aun fuera del poder central la posibilidad de lidiar mano a mano con la Nación.

Por eso quedaron tan pasmados ya no en el balotaje, sino el 25 de octubre, cuando lo impensado sucedió. Ahora el desafío es reconstruirse desde el llano; algo que ya vivieron en los 80, cuando nació la primera versión de la renovación peronista. La comparación entusiasma a figuras como Gustavo Marangoni, quien de haber ganado Daniel Scioli hubiera conducido el Banco Nación: “Es una buena referencia”, dice al recordar la experiencia renovadora de los 80, y reconoce que “es bueno volver al llano cada tanto; empezás a recuperar la visión desde otro lugar. Te oxigena”.

Autocrítico, el expresidente del Banco Provincia reconoce en el peronismo “un déficit democrático interno”, que es el hecho de que en el ADN del justicialismo el “verticalismo” tenga “mucha ascendencia”. Y eso, que ante crisis puede ser importante, “en circunstancias normales impide el funcionamiento de los disensos, de las diferencias internas, y tiende a aplastarlas. Eso le quita vitalidad a cualquier fuerza política”.

Con todo, la dirigencia justicialista se resiste a asumirse derrotada. “Si bien no ganamos las elecciones, no se dieron los pronósticos que decían que el 70% está en contra nuestro”, señaló a Parlamentario Héctor Recalde, flamante titular del bloque FpV en la Cámara de Diputados. Para el diputado bonaerense, “sacamos en números redondos 49% de los votos, y toda la alianza Cambiemos sacó el 51%”. Más allá del particular redondeo K -para arriba los votos propios y para abajo los ajenos-, queda claro que los peronistas consideran que lo obtenido les pertenece, mientras lo de sus rivales corresponde a un colectivo muy diverso.

Es lo que a continuación remarca: “La verdad que nosotros con matices tenemos mucha más homogeneidad que la alianza que llegó al Poder Ejecutivo en estas últimas elecciones”.

También Carlos Kunkel saca a relucir porcentajes: “El 51% votó por un cambio; vamos a ver si cuando el cambio se concrete, como se está concretando ya en las góndolas, están contentos. Y el 49% votó por la continuación de un proyecto”.

Lo cierto es que más allá de lo que pueda expresarse para mantener alta la autoestima, la derrota fue concreta. La pregunta es si resultó lo suficientemente contundente como para que el partido ingrese en un estado de reestructuración del que habla Marangoni. Muchos auguraban un pase de facturas inmediato para con la expresidenta. No es lo que se verificó en el último encuentro que mantuvo Cristina Kirchner con los gobernadores de su partido, a los que terminó imponiéndoles sus deseos. Para el consultor Carlos Fara, no va a ser tan sencillo que el peronismo le endilgue a ella la derrota, y enumera tres razones: primero, “ella no se va mal de imagen, a diferencia de (Carlos) Menem; segundo, el kirchnerismo estuvo 12 años en el poder y eso representa una huella fuerte ideológica en el peronismo; y por último, la presidenta ejerce un liderazgo muy fuerte puertas adentro y no será fácil contradecirla”.

Cristina “es la conductora natural, esa es mi lectura. Es más: creo que compartida por la inmensa mayoría, puede ser que algunos piensen distinto, pero la inmensa mayoría lo piensa. Y los hechos son determinantes para lo que estoy diciendo”, sostiene Héctor Recalde, quien fue precisamente impuesto por la Presidenta a los gobernadores que promovían para ese cargo a José Luis Gioja, uno de sus pares.

Precisamente al reconstituirse el bloque FpV en la Cámara baja se habló de estructurar un modo de conducción que responda a “un trípode” conformado por el partido, los gobernadores y Cristina. De momento, el papel relevante que puedan cumplir los gobernadores está por verse, pero está claro que el de la expresidenta sigue vigente.

Quedó claro con la retirada de los bloques del Frente para la Victoria en la asunción presidencial. Cuando la novela del traspaso terminó al encontrar la presidenta saliente en la cautelar para determinar la hora del final del mandato el resquicio para justificar su faltazo, los presidentes de bloques de ambas cámaras recibieron la orden de vaciar la Asamblea Legislativa. Y más allá de que hubo excepciones, los diputados obedecieron casi masivamente, como así también buena parte de los senadores se ausentó también.

El acto de “despedida” de la expresidenta, en su último día de mandato, tuvo un poderoso efecto hacia fuera y, sobre todo, hacia adentro del peronismo. Se verá cómo lo usa.

“Van a querer, pero les va a costar”, sostuvo Carlos Fara ante Parlamentario, al referirse al intento de desbancar a Cristina a nivel partidario. De hecho, agregó, la expresidenta ejerció el poder “hasta último momento, aun post derrota, y aun cuando ya no hay capacidad de sanción efectiva”. ¿Los mandatarios provinciales podrían plantarse para imponer sus condiciones? Opina Fara: “No es la liga de gobernadores de los 80, o la de 2001. No hay liderazgos que junten consenso fácilmente. Y además, tienen dos amenazas: una interna (CFK), y otra externa (Sergio Massa)”.

Frecuente encuestador del peronismo, Ricardo Rouvier advierte sobre un “estado deliberativo” del partido tras la derrota. Una situación que “lo lleva a exponer sus discrepancias entre dirigentes y que también apunta a la presidenta”. Sin embargo, Rouvier sostuvo que “toda la reorganización y recuperación del peronismo tiene en su centro a la figura de Cristina. No obstante el resultado electoral, ella sigue siendo la principal protagonista del kirchnerismo/peronismo”.

“Ambos términos han estado desde 2003 bajo un acuerdo tácito, y la situación actual es renovarlo. Para ello, los dirigentes peronistas, sumados a Cristina que sigue siendo la jefa indiscutida del kichnerismo, mueven sus piezas con el fin de mantener encolumnado al peronismo detrás suyo”, señaló. Para Rouvier “en lo que hace al peronismo expresado por los gobernadores, los legisladores y los intendentes afines, se relacionan con un (Daniel) Scioli que, habiendo sido derrotado por poco, rápidamente manifiesta su vigencia, reuniendo al peronismo”.

No es lo que piensa Fara, para quien el gobernador bonaerense va a intentar ponerse al frente de los mandatarios provinciales, “pero la liga de gobernadores al final no lo respeta porque nunca pegó un volantazo para salvar la campaña. Nunca fue líder, siempre navegó en aguas ajenas. Le va a costar. Mucho más si es útil a los intereses de Cristina Kirchner”.

En un punto intermedio, el sociólogo Marcos Novaro considera que Cristina “puede seguir un curso descendente y apagar su estrella, o puede atravesar el temporal y esta salida traumática, para recuperar fuerza luego. Ella todavía tiene la simpatía de un tercio de la sociedad y eso no es poco. El peronismo, además, va a esperar a que decanten las cosas”.

En busca de líderes alternativos

Un elemento que complica la renovación peronista a través de los gobernadores es la inexistencia de líderes de fuste como tuvieron en los 80 y los 90 entre los propios mandatarios provinciales. Recordemos que aquella recordada renovación fue timoneada por referentes de tres distritos clave: Antonio Cafiero (provincia de Buenos Aires), José Manuel de la Sota (Córdoba) y Carlos Grosso (Capital Federal). Recordemos también que terminó ganando un riojano (Carlos Menem), que terminó venciendo a la renovación.

Un hombre del interior como Juan Manuel Urtubey es un aspirante concreto, que ya ha exteriorizado sus diferencias con el kirchnerismo. De hecho, fue el único gobernador que no asistió al almuerzo en la Casa Rosada al que, como dijimos, convocó Cristina antes de dejar el poder. “Siempre estuvo en la frontera del kirchnerismo y ahora cuestiona la conducción de CFK, y apunta a conducir el peronismo”, señaló Ricardo Rouvier en referencia al gobernador salteño, y sumó también como probables líderes del peronismo a “Massa y De la Sota, pero viniendo desde afuera del PJ”.

Este analista consideró que los últimos movimientos de Cristina Kirchner “apuntan a mantener al peronismo dentro de esta alianza que ha acompañado al poder durante estos doce años”. Rouvier advirtió que “si el peronismo se desmembrara, se debilitará electoralmente como ya ocurrió con la competencia del Frente Renovador”.

Carlos Germano, de Germano y Asociados, sugiere esperar para ver el rumbo que adoptará el peronismo en la búsqueda de su destino. Convencido de que eso se verá recien en 2016, sostuvo que hay varias figuras con posibilidades de ocupar ese liderazgo, entre las que sobresale la del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, pero también otras que se proyectan hacia afuera del peronismo. Es el caso de Florencio Randazzo, a quien vio en sus gestos marcando diferencias con el estilo que prevalece en el justicialismo y que muestra un interés de seducir a sectores no afines a ese partido. “Construcciones políticas que buscan mayor amplitud”, resumió Germano.

No se olviden del chaqueño Jorge Capitanich, quien hace esfuerzos por mantener su vigencia desde la intendencia de Resistencia, y fue mencionado por Artemio López a la hora de agregar nombres a la lista de los potenciales conductores del peronismo. En este caso, claro está, con fuerte referencia cristinista. Para Artemio, “en estos momentos hay referentes que se despliegan de centro a izquierda, que son Urtubey, Scioli y Randazzo, y también Capitanich. Los tres primeros profesan un débil reconocimiento al liderazgo de Cristina”, señaló.

Carlos Fara ve a los socios de UNA, José Manuel de la Sota y Sergio Massa, jugando partidos diferentes. Mientras imagina al gobernador cordobés queriendo recomponer al PJ, al tigrense lo ve “pensando en otra cosa: en fortalecer el FR, para luego chupar desde ahí al resto del peronismo, sin meterse en el corto plazo en la grilla interna”.

“Que nadie se adueñe del nombre del peronismo y que nadie piense que hay mandatos naturales, o que esto tiene que resolverse por una cuestión de dirigentes o de inercia”, reclamó por su parte Gustavo Marangoni. Para el extitular del BAPRO, “hay que lograr que el peronismo se redefina para la etapa que viene. El peronismo siempre ha tenido la virtud de dialogar con la realidad. Cuando está en la oposición empieza a sintonizar otra frecuencia”.

El papel de Cristina Fernández de Kirchner

Una y otra vez volvemos a la expresidenta. Tiene sentido, tras doce años de fuerte impronta kirchnerista. Nadie ve a Cristina Fernández decidida a pasar a retiro. De hecho, sus actitudes durante las últimas semanas de gestión parecieron apuntar a un futuro electoral, más que a un presente institucionalista. Se la imagina pensando en constituirse en jefa de la oposición, aunque no le siente bien la condición de líder partidaria, que nunca se calzó. De hecho, en su encuentro con los diputados oficialistas en la residencia presidencial, cuentan que les dijo que no quería ser líder del peronismo.

Para Gustavo Marangoni, Cristina tendrá el papel que le den los peronistas, “no está redefinido. La renovación de los dirigentes del peronismo tendrá que estar validada por la gente, y no por acuerdos cupulares”.

El analista Raúl Aragón estimó por su parte que “en el peronismo hay un grado de división creciente entre un sector que acompañará a Cristina Kirchner y otro que va a buscar generar una conducción nueva”. A su juicio, la divisoria es entre “un peronismo más opositor y otro más negociador”.

“Esto quiere decir que en algunas cosas se va a acordar y en otras no y que los más dialoguistas no van a acompañar posturas extremas”, sostuvo, aunque a su juicio “los que esperen una oposición destructiva se van a equivocar a la luz del comportamiento histórico del PJ, que por ejemplo no le hizo ese tipo de oposición a (Fernando) De la Rúa al que le votó todo”.

De todos modos, las primeras muestras del peronismo kirchnerista no son auspiciosas en ese sentido. Además del faltazo a la asunción, hay que sumar el fuerte tono beligerante expuesto ante las primeras medidas esbozadas por el Gobierno nacional, incluyendo una movilización al Congreso al cumplirse apenas una semana de mandato.

Artemio López sostuvo que “el kirchnerismo puro estará totalmente alineado con Cristina y articulando fuertemente con Capitanich. No creo que ella tenga la intención de disputar la jefatura del peronismo”.

“Cristina es muy astuta, ya que tendrá un gran aliado implícito en que ella mantenga el liderazgo peronista: Macri. Al nuevo presidente le conviene que ella sea ‘el peronismo’, en el juego de contrafiguras. Eso la ayudará, al menos en una primera etapa”, sostuvo Carlos Fara. Y ante la pregunta de Parlamentario respecto a si ve a Cristina buscando erigirse en la líder de la oposición, el consultor responde con un “es posible”, e insiste: “Le conviene a Macri tener como contrafigura a CFK, para jugar al blanco y negro. En ese sentido, el gris de los gobernadores va a tener problemas para asentarse”.