Por Daniel Bosque. El periodista y director de Mining Press y EnerNews sostiene que es hora de “pensar y decidir sobre la pandemia sin la pasividad y el terror a automedicarse que ha promovido la OMS”.
                
Después de mi reciente artículo crítico, al que titulé ''Tengo el virus ¿qué hago doctor?", muchísimos lectores me han preguntado qué quise decir y cuál es al fin mi propuesta. Sucede a veces que uno piensa que las cosas están bien dichas pero el receptor, por hache o por be, no recibe el mensaje pretendido.
Seguidores a libro cerrado de los dictados de la OMS, de un lado, así como también cuestionadores varios (entre ellos los simpatizantes de “Médicos por la Verdad” o del movimiento anti vacunas), del otro, me han intimado a decir para qué lado pateo.
A pedido del público, insisto con mi observación, muy sencilla y mecánica, tanto como respirar: En el planeta, la inmensa mayoría de los discursos oficiales sobre este coronavirus y los opuestos que los rechazan, no se animan a dar una respuesta eficaz y tranquilizadora sobre qué hacer ante los primeros síntomas de la enfermedad.
No lo hacen las campañas institucionales, porque sólo promueven el acetaminofeno (paracetamol) como un anti inflamatorio (cuando no lo es), el reposo y el aislamiento como respuesta terapéutica.
Tampoco lo hacen las resistencias o voces alternativas. Porque o no dicen nada sobre esa receta falaz, o porque postulan remedios que hasta ahora desconocía el gran público y no generan confianza en la población, como lo son el dióxido de cloro y la hidróxicloroquina. Medicaciones no reguladas que además no se consiguen tan fácilmente o quedan a la merced de mercados paralelos y especuladores. Cuando no en medio de trifulcas políticas, como se ha visto en Perú, Bolivia o Brasil.
Para ser prácticos y sintéticos, ante la prolongación de la pandemia y de los costosísimos confinamientos en América Latina, de todas las opciones que he visto y evaluado, como periodista y ciudadano propongo tener a mano un sencillo y efectivo botiquín.
No hay ninguna otra opción conocida por mí, capaz de bajar la carga viral y el riesgo de complicaciones, con medicamentos de uso público y accesibles a los bolsillos populares, que se compran en la farmacia de la esquina.
Copio la prescripción de la doctora María Eugenia Barrientos, quien asegura que los procesos por Covid-19 se han complicado porque no se han tratado bien y que si se tratan bien desde el principio no deberían complicarse, valgan las redundancias. Barrientos ha tenido éxito en miles de personas con Covid-19, en varios países.
Hasta aquí usted leyó el protocolo de Barrientos. Tómalo o déjalo, como dirían “Los Ratones Paranoicos”.
Por fortuna, me llegan cientos de testimonios sobre médicos y pacientes que han roto el corset. Es hora de pensar y decidir sobre la pandemia sin la pasividad y el terror a automedicarse que ha promovido la OMS en los cinco continentes, con las confusiones y resultados conocidos. Bajar la carga viral, el contagio y el tiempo de recuperación de multitudes empobrecidas que no pueden esperar más debería ser parte de una óptica integral, pero que hoy parece ausente en las políticas sanitarias de América Latina.
Tenemos que "acostumbrarnos a convivir con el virus", dicen autoridades, periodistas y expertos varios. Pero se lo puede enfrentar, con éxito y menos miedo. Es para pensarlo.