“Si no hay oposición, no hay democracia”, advierte la senadora Norma Morandini en el marco de una entrevista que mantuvo con Parlamentario, en la que trazó un parangón entre el Frente Amplio Progresista que integra y el PT de Brasil.

Integrante del Senado desde 2009, la candidata a vicepresidente de la Nación no se despoja de su profesión de periodista, desde donde analiza la complicada relación que vive hoy la prensa con el poder político. Y advierte que “este Gobierno ha cancelado la mediación de la prensa”. En ese marco, cuestiona todo tipo de monopolios, aunque aclara que “el monopolio público atenta contra la libertad”.

– Pasaron las primarias y pese a que el FAP quedó cuarto, ahora pareciera ser que para octubre asoman como segundos… ¿Con qué perspectivas van a las elecciones generales?

– A mí lo que me da más fuerzas es cómo la fórmula concita esperanzas. Si no hay esperanzas, es muy difícil que uno pueda hacer ninguna gesta colectiva; si usted no confía que las cosas pueden ser de manera diferente, es muy difícil que uno pueda poner fuerza y convicción. El Frente Amplio Progresista yo creo que viene a expresar de alguna manera lo que surge también después de 2001, que es cuando de alguna manera estalla el sistema de partidos políticos, muestra cómo el país tiene los pies de barro en términos políticos. Si uno va un poco más atrás, me parece que el gran cadáver que nos deja la dictadura es la política, porque cuando el Estado no garantiza derechos, no hay política; cuando el Estado persigue a sus ciudadanos, es que no hay política; cuando los ciudadanos tienen que ir al exilio, es porque no hay política… Nada cancela más la política que una dictadura. Nosotros tenemos décadas de emergencias económicas, que también de alguna manera han cancelado lo que tiene que ser la dinámica auténtica, cuando usted tiene libertad se dinamiza el debate, los intereses en pugna tienen que ser armonizados por el Estado. Siempre estamos analizando lo que pasa en el poder, y a la sociedad le ponemos un numerito, le hacemos encuestas, la reducimos a la cifra, cuando en realidad me parece que la sociedad argentina está expresando una pluralidad y una diversidad que es ajena a la tradición nuestra. Me parece que esta sociedad contradictoria, plural, diversa, está esperando una expresión política nueva. Le pasó al Brasil, país en el que yo viví y donde la dictadura había hecho por decreto un partido de oposición y un partido de situación, y aparece después el PT, que es el surgimiento de estos movimientos sociales de base, que llega un momento que tienen necesidad de tener una expresión política. El Frente Amplio Progresista, con el eje del Partido Socialista, que sí es un partido centenario, más las expresiones casi de desgajamiento de los grandes partidos, va configurando un espacio plural, en un país que tiene una tradición de unanimidad.

– ¿Le parece tan irreversible el resultado de octubre?

– Las elecciones son un gran momento para una sociedad, para mirarse a sí misma, para preguntarse adonde queremos ir y debatir los temas y problemas que pertenecen a todos. Si no hay oposición, no hay democracia. Esto a lo mejor a veces no está tan definido jurídicamente, pero si no hay pluralidad, no hay democracia; si no hay oposición, no hay democracia… El unicato, el único color político, es antagónico a la misma definición de democracia. Un gobierno se legitima con los votos, pero también la calidad democrática se mide en cuanto ese gobierno respeta a las minorías; somos iguales ante la ley. Esta es la riqueza del sistema democrático.

– Usted que es periodista, ¿no es un error de los propios medios decir qué la oposición no existe?

– Porque hay otro lugar común que se repite mucho, que repetimos los periodistas: si no estás en televisión no existís. Y eso no es así, yo voy a seguir existiendo como legisladora aunque no vengan a preguntarme qué pienso; sin embargo, la obligación del gobernante es publicitar lo que hace, y es responsabilidad de la ciudadanía controlar qué hacen sus legisladores. Hoy, por ejemplo este Senado, tiene algo que no se aprecia mucho, que es el Acceso a la Información. Es fácil saber cómo se vota, conocer lo que pasa en el recinto, y sobre todo saber qué se ha votado. El problema de la prensa es que este es un momento muy difícil, porque este Gobierno ha cancelado la mediación de la prensa; desde que llegó dijo que iba a hacer comunicación directa, que es una confesión de decir: “yo saco la mediación”. ¿Cuál es la función de la prensa sino mediar entre la información del Estado y la ciudadanía? Entonces, como se ha cancelado -por lo menos en el Poder Ejecutivo- la información, el periodista tiene que andar mendigando que le den información, hay chismes, hay rumores… Como periodista, a mí me llama la atención cómo se pueden publicar rumores; la obligación del periodista es, frente a un rumor, confirmar si hay información, si es así usted lo publica, y sino, lo tira a la basura, porque el rumor no es información.

– ¿Como periodista cómo ve esta guerra que se está dando entre monopolios privados y monopolios oficialistas?

– Bueno, ya que haya una guerra es antidemocrático… En una democracia, lo que hay es libertad…

– Pero se puede definir como guerra, ¿no?

– Porque el Gobierno eligió pelear contra un grupo. No puede haber monopolios de prensa, lo dicen todos los tratados nacionales a los que nuestro país se ha subordinado, pero los monopolios privados se limitan con leyes comerciales. En cambio, acá se ha confundido todo y el monopolio público atenta contra la libertad. Lo que hay en el mundo democrático, por eso es la tensión, es el privado que gestiona un valor universal, que es la libertad de decir. Es un privado el que gestiona el derecho de la sociedad a ser informada. ¿Por qué la prensa tiene garantías constitucionales, que no se pueda decir la fuente, que haya caído el desacato, que hayan caído los delitos de calumnias e injurias? No es porque el periodista tiene privilegios, sino porque se supone que representa a la opinión pública y por eso se le garantiza constitucionalmente. Por eso la empresa periodística, como definición, se diferencia de otras empresas, porque gestiona un valor simbólico cultural que es la libertad. Entonces, este ruido que se ha puesto, de hablar de un periodismo militante y demás, es antidemocrático por concepción. Alguien que conciba a la prensa como militante de un gobernante, eso ya es antidemocrático. La prensa siempre sirve a la ciudadanía. Que después estemos lejos de que esto pase, y demás, pero si usted no tiene una definición constitucional conceptual, difícilmente vamos a ir trabajando para el deber ser.

– Bueno, esperemos que lo entiendan de los dos lados…

– No hay que entrar en la guerra, tenemos un momento muy difícil, el debate se ha devaluado, nos descalificamos unos a otros. A mí personalmente que las personas apoyen al Gobierno no me perturba; me perturba que para defender ese apoyo me tengan que descalificar personalmente. Porque digo, pobre argumento tiene aquel que para atacar otro argumento hace descalificaciones personales.

– ¿Qué ofrece el FAP para ser gobierno?

– En un país con una cultura pragmática, y con la política también dominada por el pragmatismo, y con cinismo que a veces se dice que la única víscera que entiende la sociedad es la del bolsillo, yo no creo en eso como valor; me parece que nuestro país tiene que construir una normalidad sobre el imperio de la ley, jerarquizando las instituciones, y esto no es abstracto. ¿Qué es progresista en nuestro país? La Constitución; la reforma del 94 ha incorporado todos los tratados internacionales de derechos humanos a los que estamos obligados a cumplir. Ustedes se dan cuenta de la cantidad de tratados, sobre todo en los temas medioambientales, en los que estamos atrasados, porque no hemos adaptado nuestra legislación. Cuando hablamos de políticas de Estado, no es otra cosa que restituir para el Estado lo que tiene que ser su obligación, que es garantizar derechos. Los gobernantes no dan derechos, los gobernantes garantizan los derechos. Entonces esta concepción de poder paternalista, clientelar, qué me das, qué te doy, ha ido también devaluando la política. Nosotros tenemos un estadio de debate primitivo. Ustedes ven acá en el Congreso cómo se cambian votos por favores, cómo se pasa de un lado al otro, se construyen las mayorías no mirando a la ciudadanía, sino por intereses partidarios. Entonces tenemos que empezar a preguntarnos de quién son estas bancas.

– Las primarias oficiaron prácticamente como primera vuelta, y ahora pareciera que en la segunda se van a potenciar los resultados. ¿Sirve entonces el sistema? Las primarias se presentaron como un avance de la democracia, ¿pero es bueno o malo el sistema?

– Hay que llenarlo de cultura. A mí siempre me impresiona cuando se invoca la legislación comparada, y yo siempre digo: ¿y la cultura comparada? Me parece que nosotros no nos apropiamos de las leyes; a las primarias hay que cargarlas de sentido, tienen que ser efectivamente primarias, el sentido es ese: la democratización. Porque si no se cargan de cultura y no nos apropiamos culturalmente de la democracia, pasan a ser simulacro.