Por Oscar Puebla, arquitecto y broker inmobiliario. El autor señala la importancia de contar con diseños inmobiliarios que mejoren el valor de la inversión.
En la actualidad, se diseñan viviendas con el fin de optimizar el proyecto para que se adapte al código urbano y cumplir con un presupuesto posible para generar un producto estándar y vendible.
Basta con dar una vuelta por los distintos barrios cerrados de la Provincia de Buenos Aires para ver que las casas tienen casi todo un estilo similar; “minimalista" les llaman y, en su mayoría, responden a un catálogo digital.
Los compradores eligen entre una u otra a un precio final cerrado de acuerdo a su presupuesto. Es una solución simple y funciona. La pregunta del millón es, ¿en qué momento los arquitectos dejamos de proponer nuevos diseños y nos adaptamos a diseñar aquello que funciona y es vendible?
Uno de mis arquitectos favoritos es Bjarke Ingels, un joven danés nacido en 1974 que comenzó su carrera con un emprendimiento de departamentos VM Houses y Viviendas de la Montaña con un diseño totalmente nuevo. Fue tan grande el éxito que se vendieron las unidades en apenas una semana.
El buen diseño tiene ese valor agregado que hace que uno quiera vivir allí. Te seduce, te atrae. Al verlo, uno empieza a soñar que la vida va a cambiar para mejor.
El buen diseño genera sensaciones confortables y cuando un arquitecto es capaz de captar ese sutil encanto, puede colocar una ventana en un lugar de la casa que permite que el Tilo del parque perfume todo el ambiente o que el sol del invierno caliente el dormitorio al amanecer y tal vez permita desayunar en el jardín de invierno junto a las plantas.
El buen diseño crea espacios de vida. Contemplar el parque en otoño junto a nuestro hogar a leña requiere ubicar correctamente las ventanas para que miren hacia donde conviene mirar.
En muchos casos, la falta de diseño genera espacios o muy grandes o muy chicos donde el usuario no sabe dónde poner los muebles.
El equilibrio es difícil. Diseñamos para una familia estándar porque la personalización conlleva el riesgo de que termine siendo un traje a medida y luego muy difícil de vender.
Personalizar el diseño de una casa no hace al producto final más caro, en realidad el buen diseño le agrega valor y no precio. No tiene que ver con los materiales; tiene que ver con la creación de espacios donde la vida sea toda una experiencia sensorial.
Contratar a un arquitecto que diseñe los espacios y genere un proyecto final acotado en metros al presupuesto familiar mejora el valor de la inversión y hace que la casa se destaque del resto de las construcciones del barrio, mejora de valor y no es necesariamente más cara.