El presidente protagonizó un controvertido show en el Movistar Arena, mientras su gobierno se avecinaba una vez más al abismo. El salvavidas del amigo americano volvió a ponerlo a salvo, se verá por cuanto tiempo. Ahora se le pide menos campera, buscar consensos y ganar las elecciones.
Quedó lejos el show del presidente en el Movistar Arena. Pero tan impactante fue, que viene a cuento citarlo. Porque se trató de un acto de campaña absolutamente disruptivo, por no decir insólito -siendo tan solo descriptivo-, que por mucho tiempo quedará en la memoria colectiva.
Está claro que estuvo dedicado a la militancia violeta, el núcleo duro de Javier Milei, que venía de capa caída desde los cierres de listas, las derrotas legislativas, la paliza electoral bonaerense, y sobre todo las noticias sobre corrupción y narcotráfico. Pero las características del evento lo hicieron trascender las fronteras de la militancia. La difusión del acto fue muy profusa, con horas de los canales de noticias dedicadas a cubrir la previa, y el espectáculo transmitido en directo por esos mismos canales. Admiradores y detractores siguieron atentamente el mismo, algunos fascinados, otros horrorizados; todos absortos. Lo curioso es que muchos de ambos sectores coincidieron en su carácter inapropiado, en momentos tan críticos para el país.
Está claro que el evento fue organizado hace mucho tiempo, previsto para una fecha que esperaban tuviera un contexto bien distinto: camino a un éxito electoral que para entonces nadie ponía en duda. Prueba de ello es el título del libro, motivo de la convocatoria: “La construcción del milagro”.
Un título que peca de presuntuoso, aunque no presenta la fórmula de un éxito que la realidad, con permanentes salvatajes, ha puesto en duda; el libro de 573 páginas es en realidad una compilación de discursos y publicaciones del propio Milei.
El show sucedió cuando el Gobierno había comenzado a salir del laberinto en el que el propio presidente se obstinaba a permanecer, reconfirmando una y otra vez al primer candidato a diputado nacional del principal distrito. José Luis Espert ya había sido “entregado” el día anterior, y ese mismo lunes el diputado había resuelto otra de las complicaciones que se venían al renunciar a la presidencia de la principal comisión de ambas cámaras, descomprimiendo así una de las “bombas” previstas para la sesión del miércoles venidero.
Dicho sea de paso, el reemplazante de Espert al frente de Presupuesto y Hacienda será uno de los miembros de la “banda presidencial”, el grupo musical que con esa pomposa denominación acompañó al presidente en su lisérgica presentación ene l Movistar Arena: el baterista de la misma, Alberto “Bertie” Benegas Lynch, muy ponderado por los hermanos Milei, que lo consideran tan confiable que en su momento lo habían mencionado como presidente preferido para la Comisión de Juicio Político, siendo que las autoridades legislativas nunca reconocieron como tal a la ahora opositora Marcela Pagano.
Aunque muchos de los que se espantaron con el mismo ahora lo consideren “anecdótico”, lo del Movistar Arena golpeó en un área que el presidente sobrevalora presuntuoso: la supuesta fascinación que su imagen provoca en el resto del mundo. La realidad es que, en efecto, hace rato que su irrupción dejó de ser un “fenómeno barrial”, y que fuera de nuestras fronteras lo contemplan con suma atención, pero las imágenes del lunes 6 de octubre para muchos marcaron un punto de inflexión. Prueba de ello fue el posteo en X de la senadora Elizabeth Warren que cuestionó a su presidente por salir a rescatar al Gobierno argentino: “Esta es la persona a la que Donald Trump quiere darle US$20 mil millones de nuestro dinero, mientras recorta la atención médica para los estadounidenses en su propio país”, escribió, adjuntando un video en el que se ve a nuestro mandatario cantando “Demoliendo hoteles”, canción con la que abrió su show, con imágenes sucesivas de edificios derrumbándose. Solo faltó que los “creativos” incluyeran imágenes de las Torres Gemelas…
Admirador confeso de Carlos Menem, está claro que Milei suele usar el espejo del riojano y con su show pretendió emular eventos icónicos de aquella gestión, como cuando el líder peronista jugó al básquet para un combinado nacional en el Luna Park, o cuando lo hizo en la selección de fútbol en Vélez, con un equipo integrado por la mayoría de los campeones del mundo del 86, incluido Maradona, que le cedió la cinta de capitán. Años después, Pedro Troglio contaría de manera risueña que Carlos Bilardo gritaba desde el banco que no le dieran la pelota al presidente, pues no quería perder contra un equipo integrado por jugadores a los que él no convocaba… El gran Diego solucionó el problema con un tiro libre que puso el 1 a 0 definitivo.
Carlos Menem llevaba apenas dos semanas al frente de la Presidencia y transitaba entonces su luna de miel con el electorado. En el caso de Milei, sufría la semana pasada una nueva corrida cambiaria que consumió en pocos días los dólares de la fugaz eliminación de retenciones. El ministro Luis Caputo estaba viajando de regreso desde los Estados Unidos, al cabo de una gestión de la que nada había trascendido, salvo reuniones que mantuvo con el secretario del Tesoro y la titular del FMI, que se conocieron porque ambos postearon fotos en sus cuentas de X.
El misterio se despejó cuando Scott Bessent anunció el nuevo salvavidas de la administración Trump, que confirmó su disposición a rescatar la administración mileísta haciendo todo lo posible para que el Gobierno actual gane las elecciones. La condición que anunció Bessent ese mismo día a través de una entrevista con Fox News fue “el compromiso de Milei de sacar a China de la Argentina”, cosa que al día siguiente Guillermo Francos relativizó. ¿A quién creerle? Vale recordar que más allá del swap prometido por Estados Unidos (por 20.000 millones de dólares, según se anunció), tenemos otro acuerdo con China por cerca de 18.000 millones de dólares, cantidad que lo convierte en el swap más grande que el gigante asiático tiene activo en el mundo. Fue renovado en abril pasado por esta gestión por 12 meses. No hay manera de que podamos deshacer ese trato.
Más allá de la lógica que pueda tener -y tiene- para Washington su intención de evitar la expansión china en el continente americano, y las explicaciones destinadas a justificarse ante la opinión pública local, lo cierto es que otra de las exigencias hechas a la administración mileísta ha sido la de expandir la búsqueda de consensos que abandonó el año pasado después de conseguir la aprobación de la Ley Bases.
El resultado de ese pedido se notó en la búsqueda de acuerdos con Mauricio Macri y las últimas intervenciones de Milei, que en campaña mostró por ejemplo el viernes, durante su visita a San Nicolás, un interés por la agenda que le exigen retomar para el segundo tramo de su gestión. Incluyó en su discurso a las PyMEs. Entre noviembre de 2023 y mayo de este año, cerraron más de 15.564 empresas, el 99,7% de ellas PyMEs, según datos oficiales de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT). Obviamente no citó esos datos, pero sí habló de que “tener una PyME en la Argentina se volvió una tarea de alto riesgo”, y por eso anunció una reforma integral del régimen laboral orientada a “darle previsibilidad a las empresas e incentivar la contratación formal”.
Para ello no le alcanzará con la mayor o menor cosecha que pueda hacer en las próximas elecciones, sino acordar con las fuerzas del medio, con las que volvió a negociar esta semana, con éxito relativo, pero éxito al fin.
Porque la sesión del miércoles pasado en Diputados, convocada por la oposición para propinarle una nueva serie de derrotas legislativas, concluyó con señales positivas para el Gobierno. Veamos: el extensísimo temario propuesto por la oposición incluía solo dos leyes por aprobar, y ninguna de ellas salió. La reforma de la Ley de DNU, clave para el destino de esta administración, quedó postergada al ser rechazado el artículo 3° en la votación en particular. Con ello, vuelve al Senado, donde sí completarán el recorrido convirtiendo en ley la modificación, sin aceptar el cambio hecho en Diputados, pues votos le sobran para ello. O sea, que el Gobierno ganó tiempo, lo que no es poco, pero además la certeza de que cuando la vete, la oposición no tendrá los votos suficientes para insistir con la ley, pues ya reconfirmó esta semana que no llega en este tema a los 2/3. Volvió a funcionar la línea telefónica entre la Rosada y los gobernadores, varios de cuyos diputados se abstuvieron a la hora de votar. De un lado de la línea volvió a estar el asesor Santiago Caputo.
La otra ley que no salió fue la que redistribuía el Impuesto a los Combustibles Líquidos, promovida por los gobernadores, que no tuvo la mayoría absoluta exigida para ser aprobada.
En definitiva, la semana cerró para el Gobierno mejor de lo que comenzó, con la ayuda salvadora del amigo americano -se verá si se traduce en votos, pero ahuyenta una crisis definitiva a corto plazo-, y una sesión en Diputados en la que se reflotó la capacidad de negociación del Gobierno. Milei enfrenta ahora el desafío de dejar atrás al “rockstar” que se autopercibe y moderarse para transformar su narrativa en resultados concretos. El milagro, por ahora, sigue en construcción.