A siete meses de las elecciones primarias, la dirigencia opositora está lejos de dar señales claras hacia el electorado. Los armados están en veremos y el estado de los preparativos es muy distinto al que mostraba en 2009, cuando logró vencer al kirchnerismo.
Luego de la catástrofe electoral de 2011, los dirigentes de la oposición se juramentaron que eso no volvería a ocurrirles. Admitieron entonces como un gravísimo error haber soslayado la importancia de las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO), de las que sólo el oficialismo sacó partido. Por el contrario, la oposición se la pasó poniéndolas en duda todo el tiempo, augurando una suspensión que no sucedió. A la postre, tomaron nota de que bien podrían haberlas utilizado para interesar a un electorado que votó masivamente por los candidatos oficialistas.
El huracán que se llevó por delante a la oposición fue denominado por muchos -acertadamente- Cristina, pero ello no es absolutamente certero, pues la mayoría de los oficialismos se impusieron ese año. El calendario electoral sólo mostró un cambio de signo en Catamarca, lo demás fue todo para los oficialismos. Es algo que suele suceder, por eso las grandes expectativas opositoras están siempre puestas en las legislativas de medio término.
Máxime con el antecedente de 2009, que mostró la única derrota kirchnerista registrada hasta el presente. En esa oportunidad medió el factor desequilibrante que representó la guerra del Gobierno con el campo, que inclinó la balanza decididamente en contra del oficialismo. ¿Pero en esta oportunidad es diferente? Las relaciones Gobierno-Campo no gozan de una buena sintonía, pero el tema ya no concita adhesión en el gran público. Aunque hay otros factores, como la inflación, la inseguridad, y sobre todo el desgaste de una década en el poder, que han mellado las posibilidades del kirchnerismo.
Están así dadas las condiciones para que la oposición pueda revalidar lo que hizo en 2009, pero lo que no parece estar acorde a las necesidades opositoras es precisamente la predisposición para acudir a la cita electoral, que encuentra a un conglomerado anti K todavía muy desarmado y sin demasiadas figuras convocantes.
De hecho, las figuras que aparecen anticipadamente como presidenciables son parte del Ejecutivo y no tomarán parte de estas elecciones. Es el caso de Mauricio Macri, el gobernador cordobés José Manuel de la Sota y -en un oficialismo confuso- Daniel Scioli.
A la luz de los hechos, la oposición debiera estar auscultando el manual escrito en 2009 para ver de qué manera pudo ganarle al kirchnerismo.
Cómo estaban entonces.
En política es clave hacer las cosas con tiempo. Una elección no se gana en dos días, aunque sí puede volcarse para uno u otro lado en un marco de equilibrio. Pero si bien está dicho y repetido que los vaivenes en la política argentina suelen son muy comunes, construir candidaturas lleva su tiempo, así sea para elecciones legislativas.
La semilla de la derrota de 2009 la sembró el propio oficialismo a lo largo del año anterior, con sus propios errores. Pero la oposición hizo lo suyo entonces. ¿En qué andaban a esta misma altura del año las diferentes fuerzas opositoras?
El Pro y el peronismo disidente ya tenían un acercamiento concreto para el mes de enero, en el que no se tomaron vacaciones. El primer día hábil del año, el entonces diputado Felipe Solá admitía la posibilidad de una alianza con Mauricio Macri, al que definía como “un tipo maduro”, con “una sana ambición, no una loca ambición”. “Esto recién empieza, yo tengo que caminar y la verdad es que mi ubicación en este momento no es sencilla, porque me parece que hay una gran cantidad de kirchneristas que han dejado de serlo”, decía el exgobernador bonaerense, hablando incluso de sí mismo.
El se había alejado del kirchnerismo a partir del propio ninguneo oficialista, pero más que nada como consecuencia de la crisis con el campo. En busca de un destino, Solá admitía haber hablado con Margarita Stolbizer y Francisco de Narváez, y no tenía empacho en confesar su “afinidad” con Macri y en hablar de una posible alianza.
De Narváez ya había sido socio político de Macri, por lo que no debía llamar la atención un entendimiento. Mientras esas cosas decía Solá, el diputado macrista Esteban Bullrich confirmaba las negociaciones entre las tres partes para formar un acuerdo electoral.
El acuerdo finalmente se concretó y anunció el 11 de febrero, hace exactamente cuatro años. El jefe de Gobierno porteño y los peronistas no K Felipe Solá y Francisco de Narváez confirmaban la alianza política y electoral para enfrentar al kirchnerismo en octubre. Establecían para ello acordar políticas y propuestas comunes y unir fuerzas en el Congreso, aunque no definían las candidaturas. Estaba claro que Solá y De Narváez se disputarían la cabeza de la lista, en base a tres opciones: las encuestas, el consenso y/o una consulta popular, postura que defendía De Narváez.
A la larga, el exgobernador, que en principio aparecía con más pergaminos para ocupar el primer lugar, se bajó por sí solo por razones económicas: no tenía los recursos suficientes para competir con De Narváez, quien fue designado cabeza de lista.
Por cuerda separada aparecían la Coalición Cívica, el radicalismo, los socialistas y el Gen. Todos se mostraron muy cerca ese verano de 2009. La UCR daba señales de haber “aprendido la lección” de dos años antes, cuando concurrieron con un candidato presidencial extrapartidario como Roberto Lavagna, y decidieron volver a las fuentes: si no podían hacer volver al partido a figuras como Elisa Carrió, Margarita Stolbizer y Ricardo López Murphy, al menos se mostraban junto a ellos, incluyendo también a los siempre afines socialistas.
Entonces la todavía convocante Elisa Carrió se mostraba muy activa y afable para con sus amigos radicales. Y hasta dispuesta a ceder protagonismo, al punto tal de decidir no encabezar la lista de candidatos a diputados en la Ciudad de Buenos Aires, cuestión de apostar al conjunto y no al personalismo. Se ubicó en tercer lugar, detrás de Alfonso Prat-Gay y Ricardo Gil Lavedra, y los tres ingresaron al Congreso. Salieron terceros, detrás del Pro y Proyecto Sur.
En la provincia de Buenos Aires, ese sector fue el primero en atacar el acuerdo de Macri con Solá y De Narváez. “Somos la única oposición en la provincia de Buenos Aires”, señalaron desde la conducción del radicalismo y la Coalición Cívica bonaerense. La movida los llevó a acelerar los tiempos y al mismo tiempo que se anunciaba la creación de Unión Pro, anunciaron el acuerdo bonaerense. Tiempo después proclamaban su denominación: Acuerdo Cívico y Social.
Margarita Stolbizer encabezó la lista en territorio bonaerense y también salieron terceros, consagrando a ocho diputados. En cuarto lugar se ubicaría otro sector de la oposición, Nuevo Encuentro, el partido encabezado por el entonces intendente de Morón Martín Sabbatella, sobre el que atinadamente Stolbizer advertía entonces: “Tiene la intención de ser la cara lavada del kirchnerismo”.
No duraron juntos
La razón por la que les fue como les fue en 2011 -y por las que hoy la oposición está buscando todavía cómo rearmarse- es que esas alianzas se hicieron añicos. El mismo día en que se presentó Unión Pro, Francisco de Narváez prometió que lo acordado era para “2009, 2011 y lo que viene para los próximos años”. No fue así.
La magnitud de la victoria bonaerense -si bien fue por apenas un punto y medio de diferencia- hizo ilusionar a sus protagonistas, pero sobre todo a quien encabezó la lista. En una oposición carente de figuras de suficiente peso, Francisco de Narváez debe haber sentido por un momento que la gobernación bonaerense le quedaba chica después de semejante triunfo y soñó con buscar un artilugio legal que le permitiera sortear el techo constitucional que su origen colombiano le ponía a sus aspiraciones políticas, apuntándole a la presidencia de la Nación. Tales expectativas alteraron el origen del acuerdo que había establecido con Mauricio Macri y Felipe Solá, base de la victoria sobre el kirchnerismo, y terminaron por desarmar un trípode que ya difícilmente vuelva a recomponerse.
Las cosas cambiaron durante los dos años siguientes y De Narváez perdió lejos con Daniel Scioli en la elección para gobernador, luego de haber buscado establecer una base territorial con el radicalismo, intento que se comprobó fallido en la mismísima elección.
No le fue mejor al Acuerdo Cívico y Social. Aun antes de asumir en el Congreso los legisladores consagrados el 28 de junio, el ACyS se había descabezado. “El acuerdo está terminado para el gusto de Carrió”, le reprochaba el senador Ernesto Sanz, titular del radicalismo, para quien de todos modos el Acuerdo era “mucho más que la decisión y la voluntad de una persona, es un espacio progresista republicano que quiere gobernar la Argentina y quiere suceder a los Kirchner”.
Elisa Carrió anunció el 11 de agosto, a seis meses de la creación del Acuerdo, su decisión de alejarse del mismo, a través de una carta que envió a los dirigentes radicales Gerardo Morales, Ricardo Alfonsín, Ricardo Gil Lavedra y Mario Negri, donde les decía que no estaba dispuesta “a transitar el fracaso estrepitoso de la Alianza”. La razón de su decisión era el anuncio de Sanz de que Hermes Binner debía integrar la fórmula presidencial de ese espacio.
Al Acuerdo, dijo entonces el mendocino, “lo vamos a construir con quien nos quiera acompañar y quien se quiera ir o ya lo haya decidido, tiene las puertas abiertas”.
El kirchnerismo se frotaba mientras tanto las manos. No habían asumido todavía los nuevos diputados y la oposición se desarmaba acelerada e inexorablemente.
Cuestión de tiempos
Ese año el kirchnerismo apeló a una de sus típicas maniobras para modificar el curso de los hechos. Atento a la derrota que podía sufrir, adelantó los tiempos para moderar los daños. Así, el viernes 13 de marzo de 2009 sorprendió anunciando el adelantamiento de las elecciones, poniendo como argumento la crisis internacional. El proyecto ingresó a la Cámara baja el lunes 16 y fue aprobado allí dos días después. Fue convertido en ley el 26 de marzo; todo un tratamiento exprés.
Y a los nombres importantes y alianzas poderosas que se armaban, el kirchnerismo respondió con las candidaturas testimoniales. Pero la oposición, está dicho, había tomado la delantera esta vez y el adelantamiento la encontró armada. Esto es, al oficialismo no le alcanzó ninguna de las medidas adoptadas para impedir la derrota.
Hoy la oposición pareciera no tomar nota de lo que logró en 2009. A diferencia de entonces, en el mes de enero no se concretó ninguna alianza y hay más dudas que certezas sobre los armados de las listas.
Muchos hacen campaña por las playas, pero no hay ninguna prueba que determine que ello pueda reportarles grandes beneficios.
¿Qué hay de los principales aspirantes a pisar fuerte en octubre? El Pro tiene la obligación de hacer una gran elección para hacer crecer las expectativas de su líder en las presidenciales. Pero si bien le sobran figuras para el distrito donde gobierna y manda, no tiene candidato en el principal distrito del país, donde debe asegurarse una gran elección para que lo tomen en serio en 2015.
Francisco de Narváez, se cansó de mandarle señales a su exsocio Macri con el objeto de repetir la alianza, pero al jefe de Gobierno ya no lo seduce. El diputado de Unión Celeste y Blanco es sincero en su propuesta: “Hagamos una alianza ahora y en 2015 vemos”, han dicho De Narváez y repiten sus seguidores, pero no le sirve a Macri, que lo imagina jugando entonces con Daniel Scioli, rival en las presidenciales.
Es que el Colorado no se dio por vencido cuando le fue mal en la última elección. Inmediatamente después comenzó a pensar en 2015, cuando ya su vencedor no tenga posibilidades de reelección. Por eso modificó su discurso y acercó posiciones con el gobernador, que ya no es su rival. Aunque no lo dice públicamente, no oculta su aspiración de integrar una lista que lleve a Daniel Osvaldo Scioli como candidato presidencial y a él como gobernador.
Pero ya no es tan sencillo. En el firmamento electoral aparecen otras figuras como el ascendente Sergio Massa. De Narváez ha confirmado que ve al intendente de Tigre como su principal competidor, al ponerlo en su línea de fuego: no deja de repetir que Massa es “el candidato de Cristina”, que tiene origen kirchnerista y terminará pactando con ellos.
Pero en la práctica, el intendente de Tigre da otra imagen.
Así parecen haberlo entendido muchos miembros del denarvaísmo. Que están muy lejos los tiempos de 2009 lo muestra que su otrora mano derecha y compañera de fórmula, Mónica López, formalizó recientemente su alejamiento de la presidencia del bloque de diputados provinciales de Unión Celeste y Blanco en particular, y del sector en general. Sin escalas, partió hacia el massismo, integrándose al Frente Renovador Peronista. Era de esperar, pues antes de fin de año su esposo, el dirigente del gremio petrolero Alberto Roberti, diputado nacional, había dejado el Frente Peronista con fuertes críticas, rumbeando también hacia el sector de Massa.
Dos días después de López, siguió su camino la vicepresidenta del bloque de Unión Celeste y Blanco, María Elena Torresi de Mércuri, esposa del expresidente de la Cámara baja provincial Osvaldo Mércuri. También se fue al Frente Renovador.
Imaginaba otro panorama De Narváez para este año electoral, clave para su futuro, pues para que exista un 2015 auspicioso, tiene que haber primero un 2013 exitoso.
La reedición de una renovada versión del desarmado Acuerdo Cívico y Social está algo más cerca. Los radicales han dejado de lado rencores con el FAP remanentes del rechazo de 2011 y se pasean juntos. Como en 2009, donde más cerca están de acordar es en la Ciudad de Buenos Aires, aunque allí hay sectores duros del FAP, como Unión Popular, de Claudio Lozano, que no están nada complacidos de tener a la UCR cerca. Además, se trata de atraer al venido a menos Proyecto Sur, y allí subsisten asignaturas pendientes con radicales y la CC.
Por otra parte, ya no está la figura de Elisa Carrió, que aunque ha dicho que volverá a ser candidata, perdió influencia en su partido y mantiene sus diferencias con radicales y socialistas… La reedición del ACyS es entonces todavía una incógnita.
El peronismo, que nutre a todos los sectores, huele cerca un fin de ciclo y sus miembros -aun los fervorosamente anti K- no están muy a gusto acercándose a otros partidos; prefieren buscar a los propios, de cara a la sucesión en 2015. Por eso merodean a figuras ascendentes que aun dentro del propio oficialismo podrían convertirse en opción de poder futura.
Esa situación complica el armado opositor, que debería despabilarse y tomar conciencia de que debe actuar con premura, pues las elecciones están a la vuelta de la esquina, ya que las PASO que deben celebrarse en agosto adelantan mucho los tiempos.
A saber, para mediados de mayo deberá convocarse a las elecciones primarias; un mes después finalizará el plazo de presentación de alianzas y/o confederaciones; diez días después finaliza el plazo para la presentación de las listas de precandidatos.
Antes de finalizar junio se oficializarán todas las listas de precandidatos por parte de la Junta Electoral partidaria. A mediados de julio comenzará oficialmente la campaña electoral para las primarias. Media hasta entonces poco más de cinco meses.
¿Le alcanzará a la oposición ese tiempo para revertir la sensación imperante en la sociedad de que no hay figuras que la seduzcan para oponer al Gobierno? ¿O deberá esperar que un factor ajeno le brinde una mano?
En 2009, el Gran Cuñado de Videomatch le sirvió mucho al ganador Francisco de Narváez, a quien ayudó para el conocimiento público con la imitación que lo popularizó con aquello del “alica, alicate”. Hoy De Narváez se ilusiona también con el “Bailando” de políticos que ha anticipado Marcelo Tinelli y para el cual él presurosamente expresó su beneplácito, autoinvitándose. En una de esas…
¿Y por casa (rosada) cómo andamos?
Es común que la gente le reproche a la oposición la carencia de figuras convocantes. “¿Y a quién querés que vote?”, suele ser una respuesta de los que terminan refugiándose en el oficialismo. Es un problema recurrente de todas las oposiciones en todos los distritos, pero también lo es para el kirchnerismo. Por algo insisten con reimpulsar la figura de Cristina Kirchner: no han logrado generar una descendencia a su gusto, que se asegure el favor de los votantes.
Hay una sensación extendida de que la sucesión presidencial vendrá del propio peronismo, pero las figuras que aparecen mejor posicionadas no son en absoluto paladares negros K, de ahí que el kirchnerismo duro admita que no tienen otro candidato que no sea la presidenta. O sea que en esa instancia, los padeceres del oficialismo y la oposición son muy similares.
