Con una jugada política que sorprendió a propios y ajenos, el gobernador logró lo que parecía imposible: ganó las elecciones legislativas bonaerenses, descolocó al oficialismo libertario y dejó en evidencia las fisuras internas del kirchnerismo.
El gobernador peronista Axel Kicillof le asestó este domingo un mandoble estratégico al presidente Javier Milei y a su hermana Karina, los dueños del Gobierno libertario, y a Cristina Fernández de Kirchner y a su hijo Máximo, los popes del kirchnerismo, en un sincronizado movimiento de ajedrez que lo catapulta como postulante en 2027 al sillón de Rivadavia.
Kicillof se alzó con una victoria en las elecciones legislativas provinciales, algo que el peronismo no lograba hace 20 años y, en paralelo, le propinó la peor derrota del año al partido gobernante de La Libertad Avanza (LLA), que hizo la campaña con la -hasta ahora- aureola de imbatible que tenía Milei.
Lo curioso es que hasta hace apenas dos meses, todas las encuestas y sondeos daban clara ganadora a LLA, pero la virtud de Kicillof fue desdoblar la elección provincial de la nacional y así los intendentes se esmeraron más en la campaña casa a casa, campaña como las de antes pero que dio sus frutos.
Efectivamente, impulsado por casi 50 jefes comunales de su partido, el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) -creado en febrero de este año- Kicillof anticipó el comicio para renovar la Legislatura y los concejos deliberantes para el 7 de septiembre, 49 días antes del recambio legislativo en Diputados y Senadores.
Lo hizo contra viento y marea y, por sobre todo, contra la tenaz y obstinada oposición de nada menos que la presidenta del Partido Justicialista y su hijo Máximo Kirchner, titular del PJ bonaerense, quienes quedaron pedaleando en el aire.
El segundo round electoral de la pelea de fondo entre Kicillof y Milei será ahora el 26 de octubre, elección que se prevé sea otro cantar, porque es nacional y ya no traccionarán los intendentes y, además, están por verse las consecuencias negativas sobre LLA del presunto caso de coimas destapado por el titular de la ANDIS, Diego Spagnuolo, y que involucra a Karina Milei; su segundo Lule Menem y el propio presidente, quien al parecer sabía todo.
Habrá que ver qué ocurre con los cambios de modales del presidente -por consejo, dejó de insultar-; cómo reacciona el mercado ante esta derrota; y si sigue en el tapete o no el escándalo de las coimas de Spagnuolo y compañía.
A su vez, en la vereda de enfrente es una incógnita o intriga saber cómo conducirá la devenida tuitera e influencer Cristina Fernández de Kirchner la campaña, ya que ella tiene un techo electoral y a priori parece poco probable que saque más votos que este 7 de septiembre, salvo algún avatar económico que el Gobierno no pueda controlar, como ya sucedió en abril cuando debió recurrir al FMI.
La lista nacional tiene supremacía kirchnerista por sobre el Frente Renovador de Sergio Massa y el MDF de Kicillof, quien tenía la promesa de estos dos líderes de colocar cuatro postulantes dentro de los primeros 15 candidatos -con serias posibilidades de ingresar a la Cámara de Diputados- pero la expresidenta tomó en forma unilateral la lapicera y se lo redujo a solo dos.
La otra ticketera de la hoy ganadora alianza Fuerza Patria, que encabeza Sergio Massa, titular del Frente Renovador, había postulado separar también la disputa provincial de la nacional, pero no adelantarla sino postergarla hasta noviembre.
Lo ocurrido el 18 de mayo pasado en la ciudad de Buenos Aires -el gobernante partido de los Macri (Jorge, el jefe de Gobierno, y Mauricio, presidente del Pro, decidieron intempestivamente adelantar el comicio- fue un acicate para que los Kirchner madre e hijo aguijonearan porfiada y testarudamente al gobernador.
El Pro, peleado con los Milei, decidió erróneamente anticipar la elección local de la nacional, como Kicillof- y salió tercero lejos de La Libertad Avanza y el peronismo, y esa mala jugada hizo añicos al partido de Macri y lo tiñó de amarillo a violeta intenso.
Lo cierto es que el mandatario bonaerense -ex ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner- se mantuvo a pie juntillas y por eso este domingo es el claro ganador de la compulsa -junto a los intendentes del MDF- contra toda la artillería de la propaganda y comunicación libertaria.
Kicillof tiene plan A y B para este momento y el menú preferido es, cuentan allegados a parlamentario.com contribuir ahora al triunfo peronista el 26 de octubre en la contienda para elegir diputados nacionales, para ponerle un moño al post peronismo tras Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.
Pero la ruptura con la expresidenta y su hijo es un hecho irreversible e inevitable tras convivir más de 20 años entre armonía, desencuentros, desencantos y aversiones.
Con la titular del PJ nacional hubo solo diálogos puntuales -tirantes y violentos- en los dos cierres de elecciones, en julio y agosto pasado, y con Máximo Kirchner, ni siquiera un mensaje de texto por el sistema de mensajería de WhatsApp.
Pero el problema no es la falta de diálogo: Cristina Fernández de Kirchner no acepta que su exniño pródigo -en su gestión Kicillof avanzó de funcionario de Aerolíneas Argentinas a ministro de Economía- se le haya rebelado con un proyecto diferente, y Máximo Kirchner lo detesta y aborrece precisamente por todo eso.
En los próximos días, cuentan cerca de Kicillof que pondrá a prueba al kirchnerismo y le pedirá le voten leyes de gravitación en la Legislatura, para testear nuevamente el termómetro de las simpatías y odios en su contra de La Cámpora de Máximo Kirchner y Mayra Mendoza, la intendenta de Quilmes.
Después de esa jugada de ajedrez, arriesgan que el nuevo líder del peronismo bonaerense planea animarse -cono lo alientan a su alrededor- a sacar de su agenda el nuevo mapa del PJ nacional para ir en busca del Movimiento Derecho al Futuro (¿la nueva “melodía”) en cada uno de los restantes 23 distritos del país, un proyecto in pectore desde el albor del MDF.
Según pudo saber parlamentario.com, el dueño de la tercera ticketera, Sergio Massa, también plantea despegarse de la expresidenta porque considera agotada la alianza con el kirchnerismo, al que examina como un “grupo de exaltados decadente” muy lejos y distantes de la renovación que inspiró Néstor Kirchner en 2003.
El movimiento ajedrecístico de hoy de Kicillof no es jaque mate, pero sí logró reconfigurar la relación de fuerzas en la triple ticketera y, a futuro, tiene la iniciativa.