El oficialismo volvió a tropezar en el Congreso y exhibe fallas profundas en su sistema de decisiones. Tras perder casi todas las votaciones del año, los acuerdos que creyó asegurados se deshicieron y expusieron una combinación de soberbia, improvisación y desconocimiento del juego político, mientras la economía también obliga a recalcular.
No nos referimos a la gloriosa película de la transición española con José Luis Sacristán de protagonista. Hablamos de una materia que el oficialismo no termina de aprobar: pareciera que no tomó nota de que perdió casi todas las votaciones legislativas de 2025 hasta el 10 de diciembre. ¿Soberbia? ¿Incomprensión? ¿Torpeza operativa? Está claro que ya no se trata de si está Francos, Santilli, los Menem o quien sea, sino que existe una falla en el sistema de toma de decisiones. El Gobierno, que venía con viento a favor y una oposición shockeada por el tamaño el triunfo libertario, se comió la curva, una vez más.
Hay dos dichos populares que no son simples refranes, sino que denotan siglos de sabiduría humana acumulada: 1) no está muerto quien pelea -los sectores opositores volvieron a detectar donde la galguea el perro y qué le pueden sacar al desesperado- y 2) en los detalles está el diablo -los acuerdos solo sirven si se sabe hacerlos cumplir. En el medio, el Tesoro se gastó 66.000 millones de pesos para calmar las ansiedades financieras de 6 gobernadores allegados, pero algunos de ellos dijeron “pelito para la vieja” o “si te he visto, no me acuerdo” e hicieron caer el famoso capítulo 11. Parece que la incorporación de Santilli tampoco está sabiendo hacer funcionar correctamente el sistema de palo y zanahoria. ¿Y si llaman a San José 1111 para que se lo expliquen?
A ver: todos sabemos que los muchachos siempre son un poco traviesos. Por lo tanto, el tamaño de la amenaza tiene que ser suficientemente fuerte como para que a nadie se le ocurra incumplirle un acuerdo a Vito Corleone. Al final, siempre tienen una coartada: antes porque eran malos pagadores, ¿y ahora porque ya cobraron y cuando llega la votación hago lo que se me canta? ¿Para qué pusieron a último momento la derogación de Discapacidad y Presupuesto Universitario? ¿Nadie se percató de que les iban a votar en contra? Suena a amateurismo de parte de gente que son veteranos de varias guerras.
Amigos de la mesa política libertaria, repasemos varios conceptos útiles antes de que se presenten de vuelta frente a la mesa examinadora:
Con estos breves y sencillos enunciados, no hay como perderse, muchachos. Que sean disruptivos, no significa que todo el mundo se adapte a su lógica. Ya lo habíamos advertido en esta columna el domingo pasado: hay que mirar todo el tablero, y no solo los pocos casilleros del último movimiento del adversario. De ese modo, con una mira integral, se habrían ahorrado el otro golpe de la semana, que fue la postergación del tratamiento de la reforma laboral en el Senado. Estaban tan, pero tan agrandados, que dejaron trascender en los medios que ya estaba todo cocinado. Obviamente, se pasaron dos pueblos.
Haber ganado la elección y arribado a ser la primera minoría en Diputados -pirateando en bloques ajenos, como toda se casta que se precie de tal- no significa que la comida ya está: “los pobres Pro, UCR y a los gobernadores no les quedará otra que venir a comer de nuestra mano, porque les ganamos en todos lados”. El Congreso es otra dimensión. Como el oficialismo decidió no hacer una alianza de gobierno para no contaminarse, entonces no tiene aliados firmes, sino solo circunstanciales. En este modelo político se abre la paritaria con cada tema porque no existe un acuerdo marco. Ventaja: no te contaminás y tenés más libertad de acción. Desventaja: te sale más caro, porque cada diputado individual se preciará de elevar su precio mientras LLA no tenga mayoría absoluta (por ejemplo, esta semana deberían levantarle un monumento a Unidos, porque sin ellos se caían la sesión; “qué fragilidad”, canta Sting). Por suerte, recalcularon y ahora van a la Cámara alta con el proyecto tal cual aprobado en la Baja.
Pero la semana empezó con otro gran “recalculando”: la modificación del ajuste de las bandas de flotación del dólar. Para que no se note que “tenemos un problema Houston”, el equipo económico decidió llamarlo tercera etapa. Y le agregó un término inédito en el diccionario libertario hasta acá: crecimiento. El oficialismo está dejando atrás la palabra motosierra para incorporar la cuestión que más preocupa a la mayoría social, de la mano de la creación de empleo (de paso, la flexibilización se está dando de hecho con más informalidad, que es una manera de bajar costos). Esta decisión, y la admisión de que ahora sí van a acumular divisas, es el pleno reconocimiento de que los mercados se iban a seguir sintiendo inseguros con el roll-over infinito. Veremos si cumplen (porque esta semana compraron al principio y luego vendieron…). Lo cierto es que el riesgo país perforó los 600 puntos, mientras que, misteriosamente, el bueno de Scott Bessett hizo mutis por el foro (“yo ya hice mi tarea, ahora que labure el Fondo”). Arriazu perdió el debate sobre el ancla nominal y la baja de la inflación pasaría a segundo plano: recesión mata estabilidad.
Último dato relevante de la semana: el Índice de Confianza del Consumidor de la Di Tella dio caída del 1,1%. Significa que recuperó en octubre y noviembre lo que había perdido en agosto y septiembre. ¿Por qué se frenó la recuperación? 1) el consumo masivo sigue estancado, y 2) la sociedad ya le dio un crédito el 26-O, stop. Ahora querrá ver resultados.
Mientras Toto junta moneda para pagar el 9 de enero, Macri – Ritondo están ajustando cuentas con LLA (¿bloques partidos en los municipios vs. cargos en la Auditoría?). Javo: acá nunca hay nada seguro.