La Libertad Avanza tuvo su primera victoria legislativa con sus nuevos integrantes, pero no se dio por enterada. El traspié del Capítulo XI fue enteramente autoinfligido y sobrevalorado, hasta que se dieron cuenta del error y cambió el discurso. Los riesgos de sentirse mayoría cuando no lo son y humillar a los aliados.
Una sesión de Diputados en la que el oficialismo se complicó solito. (FOTO HCDN)
Cuando poco antes de las 3 de la tarde La Libertad Avanza ganó la primera votación del nuevo Congreso, pareció que ya todo estaba resuelto, y eso que aún quedaban más de 12 horas por delante. Acababa de votarse una moción presentada por el jefe del ahora numeroso bloque oficialista para que cuando llegara el momento de la votación en particular el Presupuesto 2026, se hiciera capítulo por capítulo, sin dejar a la vista los artículos sobre los que había polémica.
La votación tuvo 130 votos a afirmativos, 112 negativos y una abstención, y pareció quedar claro que ese número era la base con la que contaba el oficialismo no solo para aprobar el primer presupuesto de la era Milei, sino también para blindar el capítulo de la discordia: el XI, aquel donde quienes armaron la ley guardaron los artículos más controvertidos, sobre todo el 75, que derogaba las leyes de Emergencia en Discapacidad y de Financiamiento Universitario, sancionadas este año, vetadas por el presidente e insistidas por las dos cámaras con más de dos tercios de los votos.
Ese capítulo tenía otros temas clave, como reformas en asignaciones familiares que planteaban eliminar su movilidad automática -incluida la AUH- de modo tal que el gobierno pudiera definir los montos de manera discrecional; y ajustes en el régimen de zonas frías. También establecía precisiones sobre la transferencia de fondos reclamados por el gobierno porteño en cumplimiento de fallos de la Corte Suprema, como así también aportes para el financiamiento del Poder Judicial a través del Consejo de la Magistratura.
Los 130 diputados que aprobaron en ese inicio de la sesión votar “a capítulo cerrado” estaban votando contra todo lo citado, por lo que se deducía que llegado el momento votarían de manera positiva ese capítulo. Si bien no tenía dudas, el gobierno suspiró aliviado y se limitó a esperar el devenir de los hechos. El presidente se adelantó a celebrar yendo al streaming libertario del Gordo Dan donde tan a gusto se siente que se queda horas, y donde lo aguardaban sus fieles para seguir celebrando lo que consideran fue un año maravilloso.
Pero… puede fallar. Y hubo señales de ello: promediando la jornada seguían las quejas de aliados que no se daban por vencidos, reclamándoles a sus interlocutores libertarios que abrieran ese capítulo, pues no querían votar por ejemplo la derogación de dos leyes que habían apoyado y hasta militado. El eje de la discordia era el artículo 75, más allá de que hubiera diputados que puntualmente no quisieran tampoco eliminar zonas frías.
Se percibía que había problemas al permanecer tanto tiempo Luis Petri al frente de la sesión, lo mismo que Bertie Benegas Lynch: cuando Martín Menem no preside, no necesariamente está descansando, sino tratando de solucionar entuertos. Evidentemente los números no estaban del todo cerrados.
Catamarqueños y tucumanos aseguraban que no votarían ese artículo. Ergo, el capítulo completo estaba en riesgo. Ya lo habían adelantado días atrás. Por eso, cuando tras la aprobación en general y antes del inicio del debate en particular de la ley de leyes, el presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda adelantó que habría cambios, muchos pensaron que en un arranque de pragmatismo el Gobierno había aceptado eliminar el artículo 75. Con eso hubiera alcanzado para evitar el traspié. Pero el oficialismo seguía metido en la burbuja del 26-O, que los llenó de certezas que no se corresponden con las matemáticas. Si bien ganó sorpresiva y contundentemente esa elección, y posteriormente se transformó en una aspiradora legislativa haciendo crecer exponencialmente su número de legisladores -fundamentalmente a expensas del Pro-, tiene solo 95 diputados y 21 senadores. Para arrancar cada sesión necesita negociar para hacer sentar a 34 diputados y 16 senadores más en cada sesión. Y reunir el mismo número para cada votación. La Libertad Avanza sigue siendo minoría en las dos cámaras.
Con ese espíritu, los cambios que Benegas Lynch anunció que aceptarían no eran los que pedía la oposición, sino que eran más condicionamientos, referidos a la Ciudad de Buenos Aires, cuestión de condicionar aún más el voto amarillo. Cristian Ritondo mostró su primera aspereza pública con el oficialismo en dos años de gestión, al advertirle que los dos artículos que acababan de anunciar no tenían que ir en el capítulo XI, sino en el II. Le aclaró al presidente de la Cámara que el Pro votaría en general y en particular a favor, “pase lo que pase, porque es lo que creemos”, pero dejó a continuación un mensaje críptico: le advirtió a Martín Menem que “estamos en extraordinarias y no se pueden tratar temas que no se han mandado desde el Poder Ejecutivo. Solamente se lo dejo planteado, señor presidente, así no estamos repartiendo cargos que son imposibles de tener, porque lo prohíbe la Constitución Nacional”.
Se ve que ya imaginaba lo que el presidente de la Cámara tenía reservado para después de que se aprobara lo que necesitaban: las designaciones para cubrir vacantes en la AGN.

Pamela Calletti jurando para la Auditoría General de la Nación.
Un rato más tarde, las sonrisas y abrazos que abundaron en el oficialismo cuando la aprobación en general, se vieron del lado de enfrente: el capítulo XI acababa de ser rechazado por una diferencia de apenas 6 votos. Los votos a favor fueron esta vez 117: se habían evaporado una docena de los votos del inicio de la sesión.
El oficialismo se encargó de maximizar la derrota legislativa. No porque no lo mereciera -todo fue autoinfligido, pues por impericia o audacia innecesaria agruparon múltiples medidas polémicas en un solo capítulo, exhibiendo una inocultable extorsión a sus aliados-, pero en lugar de celebrar la aprobación de su primer presupuesto, en una jornada en la que, a diferencia de lo que fue todo el año, anudó votaciones ganadas una tras otra, y una sola perdida, desde lo más alto se hizo saber la indignación libertaria.
Solo un gobierno que tiene mayorías propias holgadas puede aprobar rápido y sin reparos el presupuesto; en general, siempre se ve obligado a ceder algo. Aun cuando tenga esas mayorías citadas, cuestión de satisfacer aliados. Por eso resultó autoflagelante que, considerando que La Libertad Avanza sigue siendo minoría, se quejara al extremo de amenazar con el veto. El propio Diego Santilli, que trabajó intensamente para acordar con los gobernadores, sugirió al día siguiente que buscarían revertir la situación en el Senado. Repetía la postura que bajaban quienes mandan en el Gobierno, consiguiendo el resultado opuesto: la impetuosa Patricia Bullrich debió reconocer el jueves que la reforma laboral que pretendían aprobar el viernes 26 quedaba para febrero.

Exequiel Atauche y Patricia Bullrich al frente del plenario por la reforma laboral (Foto: Mario Mosca / Comunicación Institucional Senado)
Los propios socios que tienen que asegurar los votos para la norma habían cambiado su postura y se oponían a aprobar a libro cerrado y de manera exprés la ley que más le interesa a Milei. Para evitar que el mejor momento de LLA en el Congreso se transformara en una pesadilla, decidieron pasar también a febrero la reforma de la Ley de Glaciares.
Cambio de planes: se resolvió dictaminar la media sanción del Presupuesto 2026 proveniente de Diputados el mismo viernes, de modo tal de debatirlo el 26 de diciembre -fecha originalmente elegida para la reforma laboral-, para que en caso de hacerle modificaciones al texto durante la semana, en busca de recomponer parte de lo perdido en el capítulo malogrado, las aprobara Diputados entre el lunes y martes venidero, en vísperas de fin de año.
Experimentada en las lides parlamentarias por haber sido tres veces diputada nacional -le falta experiencia en el Senado, confiesa con exageración-, Patricia Bullrich se dio cuenta enseguida de que el escollo diminuto que se había dibujado en el horizonte podía convertirse en un iceberg y atendió los mensajes que la oposición más dialoguista le expresó: solo aprobarían el Presupuesto que Diputados aprobó.
En resumen: no se incorporará nada al texto que salió de la Cámara baja y las adecuaciones presupuestarias el Gobierno deberá hacerlas a través de leyes complementarias y/o decretos. Y en el camino a febrero, harán ciertas modificaciones al proyecto de Modernización Laboral, cuestión de garantizar su aprobación.
También hubo una reunión de Martín Menem con Cristian Ritondo para hablar de lo sucedido en la madrugada del jueves, cuando LLA oficializó un acuerdo con UP y los gobernadores del Norte para nombrar auditores, desatendiendo lo pactado un año atrás con el Pro, que quería nombrar allí a Jorge Triaca. Más allá de lo aclarado, el partido amarillo ya estaba herido por haber sido vaciado su bloque por el Gobierno, y sigue sumando motivos para una revancha que cuando llegue el momento espera tomarse.
El reforzado oficialismo demostró en pocos días que es capaz de todo cuando se siente superior, incluso de obligar a sus aliados a humillarse. Privilegia la batalla cultural, impulsando reformas drásticas, por encima de lo necesario. En una semana, La Libertad Avanza se dio un baño de realidad en ambas cámaras.
No alcanza con autopercibirse mayoría: las negras también juegan y esta forma de actuar de parte del oficialismo solo genera resentimientos y hace que los votos cada vez le salgan más caros.