Este domingo, 37 millones de argentinos votarán en unos comicios legislativos que se transformaron en un virtual plebiscito sobre Javier Milei. El inédito respaldo de Donald Trump nacionalizó la elección, mientras el peronismo confía en repetir su triunfo bonaerense y acortar la distancia con el oficialismo.
Poco más de 37 millones de argentinos elegirán el domingo entre dos modelos de país antagónicos y, pese a ser una elección legislativa, parecería que el presidente Javier Milei se juega la reelección.
A juzgar por el inédito e histórico apoyo de su par de Estados Unidos, Donald Trump, quien —frente a un posible triunfo del peronismo— adelantó que el auxilio financiero continuará solo si el líder de La Libertad Avanza (LLA) sigue en la Casa Rosada.
El peronismo (Fuerza Patria), en tanto, apuesta a un renovado triunfo en la provincia de Buenos Aires, que concentra más de un tercio del padrón nacional. La victoria de septiembre lo puso competitivo, y por eso ahora aspira a dar la sorpresa en Santa Fe.
De las otras dos alianzas de mayor importancia, en Córdoba el líder de Provincias Unidas, el exgobernador Juan Schiaretti, aparece con ventaja, al igual que La Libertad Avanza en Mendoza, de acuerdo con las encuestas.
La elección es de recambio legislativo en la Cámara de Diputados y el Senado, pero Milei la nacionalizó, y el apoyo de Trump reforzó esa estrategia.
Para La Libertad Avanza el objetivo está claro: retomar el desarme y desguace del Estado iniciado durante el primer año de gestión y avanzar con otras reformas, como la laboral. En cambio, Fuerza Patria y las vertientes peronistas hacen eje en frenar las políticas de “motosierra” contra el Estado.
Los únicos antecedentes desde 1983 de un programa similar al que impulsa LLA son las presidencias de Carlos Menem, con su proceso de privatizaciones, y Mauricio Macri, cuyo intento de venta de empresas públicas quedó trunco. Es decir, un peronismo de derecha —Menem— y un partido de derecha surgido en el siglo XXI —el Pro— fueron los pioneros del desguace estatal que Milei retomó con mayor crudeza desde el 10 de diciembre de 2023.
Aunque el líder libertario pareció claro al inicio en sus propósitos, luego se tornó confuso y hasta incoherente: planteó un ajuste fiscal descomunal que, según prometía, recaería sobre los “parásitos de la casta política”, pero terminó afectando a sectores sensibles como salud, acción social, educación y jubilaciones.
También prometió dolarizar la economía y “dinamitar” el Banco Central, pero lo mantiene abierto para controlar el tipo de cambio.
Esas promesas no se cumplieron y, peor aún, su gestión —ya cercana a los dos años— dilapidó reservas cuando podría haberlas acumulado. Las dos corridas cambiarias, en abril y septiembre, pusieron a su gobierno al borde del colapso, salvado primero por el Fondo Monetario Internacional y luego, de manera inédita, por el Tesoro de Estados Unidos.
El peronismo —rebautizado Fuerza Patria— llega al domingo con ínfulas de superar en votos a LLA a nivel nacional, apoyado en un nuevo triunfo bonaerense, con una ventaja esperada de entre siete y diez puntos. Entre los factores que explican su recuperación figuran el derrumbe económico desde febrero, el desgaste por los casos de corrupción ($LIBRA, Spagnuolo y Espert) y la figura renovada del gobernador Axel Kicillof.
Pese al fuerte ajuste de las cuentas públicas, la administración Milei necesitó un blanqueo de capitales en 2024 y, este año, recibió 20 mil millones de dólares del FMI. En los últimos días, el Tesoro estadounidense viene interviniendo en el mercado cambiario argentino para sostener el peso.
Sin embargo, ese dinero no fue destinado a la producción ni a mejorar los salarios.
Puede decirse —si se quiere— que el plan “motosierra” funciona según la lógica libertaria, pero está claro que Milei aplaza en el capítulo económico: tras un repunte en 2024, este año el país volvió a caer en recesión.
La oposición política, no solo el peronismo, acorraló al Gobierno como nunca antes en el Congreso, impulsando leyes en favor de los sectores más golpeados, pero la Casa Rosada las bloqueó.
Aun así, el PJ llega con vida: Kicillof salvó la ropa partidaria con la paliza del 7 de septiembre, en una alianza convulsionada con Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. La expresidenta, que une y divide al peronismo, recuperó protagonismo tras su condena y encarcelamiento, que paradójicamente reforzaron su liderazgo en La Cámpora y otras agrupaciones kirchneristas.
Massa, en tanto, ata su futuro al de Cristina y Kicillof. Su Frente Renovador conserva influencia en Buenos Aires, pero es casi irrelevante fuera de la provincia.
Algunos gobernadores peronistas que habían apoyado a Milei —como los de Catamarca y Tucumán— hoy aparecen con ventaja, según los sondeos.
La comparación con la histórica contienda “Braden o Perón” resulta inevitable: en 1945, el embajador estadounidense Spruille Braden encarnó la injerencia externa que Perón utilizó a su favor. Hoy, Trump juega ese papel, pero a la inversa: es el “nuevo Braden” que apoya a Milei y fustiga al peronismo.
El primer respaldo de Washington se vio en abril, cuando el FMI evitó una corrida y el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ofreció asistencia directa si Argentina lo requería. La ayuda se repitió en septiembre, cuando Trump prometió “desplegar todo su arsenal de portaaviones económicos” para sostener la reelección de Milei.
Y cumplió: el Tesoro estadounidense interviene a diario en el mercado argentino, comprando pesos para frenar el dólar.
Milei y Trump —como si fueran coequipers presidenciales— aseguran que habrá más apoyo y confirmaron que está activo el swap de monedas. Aun así, la prometida “lluvia de inversiones” sigue sin llegar. Por eso el mercado duda: el dólar ronda los 1.500 pesos, el riesgo país cayó a 1.000 puntos, pero la City sigue nerviosa.
Como nunca antes en la democracia moderna de la región, un presidente estadounidense juega su propio partido en una elección argentina. Trump ya advirtió que si Milei pierde dejará de apoyar a la Argentina, que desde enero deberá afrontar enormes vencimientos de deuda y cuenta con escasas reservas.
Así están las piezas del tablero que se moverán el lunes: un Milei que ampliará su bloque en el Congreso, aunque sin los números soñados de julio, cuando hablaba de “arrasar” en las urnas. Y, enfrente, un Kicillof fortalecido por su nueva victoria bonaerense.
El gobernador, sin posibilidad de reelección (dejará el cargo el 10 de diciembre de 2027), tendrá dos caminos: disputarle a Cristina la hegemonía para convertirse en candidato presidencial en 2027 o evitar el choque y dejar pasar su oportunidad. Kicillof es hoy el único dirigente que confrontó a Milei “en las urnas” y logró vencerlo, algo que podría repetir el domingo, según todas las encuestas.
Cristina, por su parte, intentará frenar su ascenso: no concibe que otro dirigente del peronismo, formado bajo su ala, busque cortar amarras.
Pretende seguir siendo la líder opositora y negociar con Milei, mientras busca evitar nuevas condenas en las causas judiciales que enfrenta.
Sigue sosteniendo que su sentencia por corrupción en la obra pública —12 años de prisión— fue “una persecución política”.
Finalmente, quedará por verse si la naciente fuerza Provincias Unidas logra un porcentaje aceptable para instalarse como tercera opción o si, tras sus diferencias con Milei, vuelve a alinearse con el oficialismo. De sus seis distritos, solo ganaría en Córdoba, Jujuy y Corrientes.
El lunes, cada sector dará su propia lectura, pero lo cierto es que la carrera hacia la presidencial de 2027 ya está en marcha. Y Milei, urgido por Trump, prepara un recambio de gabinete para recuperar la “gobernabilidad” que tuvo en 2024.